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Capítulo cuarenta y seis

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Melissa

Hoy volverían Jess y Judith de Nueva York. Por eso mismo, cuando la tarde llegó, Aegan y yo salimos con una camioneta en dirección al aeropuerto donde iban a aterrizar. No tuvimos que esperar mucho tiempo allí, ya que llegamos con el tiempo justo. Mi mejor amiga y mi suegra aparecieron por la puerta de embarque con sus maletas en las manos. A Jessy no le importó tirar su mochila de viaje y correr hacia mí.

Lo siento, Aegan, te he robado a tu hermana.

- ¡Cuánto te he echado de menos, Issa!

Ella se tiró efusivamente a mis brazos, obviamente le correspondí al instante. La felicidad me inundó. Si bien estar con Aegan era entretenido y divertido, estar con tu novio, a veces, no es lo mismo que con un amigo. Durante los cinco meses que estaba aquí, me había acostumbrado a hablar en persona diariamente con Jess. Ahora que había estado casi dos semanas sin ella, lo estaba notando. Claro que había hablado con ella por llamada, pero no era lo mismo.

Estaba alegre de que volviera la rutina normal.

- ¡Yo también, Jess! Debes contarme qué tal por Nueva York, eh - dije cuando nos separamos de los brazos de la otra.

- Pues claro que lo haré, ni lo dudes.

- Hola, Judith - saludé a mi suegra, quien, a paso lento había llegado a nuestro encuentro.

- Buenas tardes, Issy y Aegan - sonrió.

- Buenas tarde, madre - correspondió mi novio -. ¿Otra vez no piensas saludarme, Jessica?

- Estoy en mi momento de rencuentro con Melissa, luego irás tú - él rodó los ojos y yo reí.

- Vayamos a casa que estamos haciendo un espectáculo y a los demás no les tiene que interesar. Además de que estar con mi hermana en público me da vergüenza.

Nos volvimos a montar en la camioneta. Esta vez, yo iba detrás con mi amiga y Aegan y Judith delante.

(...)

Mayo

- ¿Quieres que sea privado o con mucha gente? - me preguntó Aegan.

Según las mujeres Mancini, el primer paso era crear la lista de invitados, por lo que, después de una larga jornada de trabajo, con la noche apareciendo, nos encontrábamos en el jardín de nuestro hogar, cada uno con su ordenador mientras hacíamos nuestra lista.

- Privado - respondí.

A pesar de que siempre había soñado con la boda enorme y perfecta, con un príncipe azul, no estaba en condiciones de hacerlo así. Sinceramente, no tenía a nadie a quien invitar más que Jess y Judith, dos personas que vendrían por parte de Aegan. Por consecuencia, llevaba veinte minutos aproximadamente con el documento en blanco.

- ¿En serio? Sabes que el dinero no es problema y pensaba que te gustaba las cosas comunes entre las mujeres, me refiero a la boda de blanco y gigante.

- Prefiero que no haya mucha gente - me limité a contestar. Sentí mi voz seca y mis ojos lagrimeaban. Quise ocultarlo para que no sacara el tema.

- Presiento que hay algo más, además de que no sabes disimular que estás llorando. Necesito que me digas lo que te sucede, amore mio, quiero ayudarte y entenderte. ¿Acaso no te quieres casar? Porque yo no voy a obligarte - dijo él antes de atraerme hasta su cuerpo.

- No es eso, Aegan. Claro que quiero casarme contigo, pero no sé. Simplemente no quiero que muchas personas estén en ese momento. Por si no te has dado cuenta, no tengo a nadie a quien invitar, mientras que tú ya vas por tu segunda página - aunque no quise, soné bastante ruda y dura.

Caprichos ✔️ [LIBRO I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora