~ Seúl, 2007 ~

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Aquella fue una de las más frías noches de invierno en Seúl, la nieve cubría las grandes hectáreas de campo alrededor de las enormes viviendas de la zona y había bastante niebla que no dejaba ver más allá de un par de metros a la vista. Nadie imaginó que en medio de ese blanco paisaje de bajas temperaturas estaba a punto de arder un completo infierno rojo que provocaría un desenlace fatal. 

El antiguo reloj de pared de la lujosa mansión Lee anunciaba recién las diez de la noche con sus ruidosas campanadas. Debajo de él, en la chimenea de la sala, una joven de largo cabello rubio custodiaba y mantenía calientes a los tres pequeños bebés a su cargo. Choi Hana amaba a esos tres niños como si los hubiera parido ella misma en sus cortos 19 años. Los conocía desde que habían estado en el vientre de sus madres, estuvo ahí cuando nacieron y en cada pequeño paso que daban mientras crecían. Los tres lucían las mismas pequeñas pulseritas doradas en sus muñecas que ella les había regalado. Cada una con una medallita con sus nombres en un lado y del otro una dedicatoria con mucho amor. 

— Oye, no le tires el cabello a tu hermano — regañó con mucha paciencia a uno de los niños. Para ser un bebé de dos años, el pequeño Jimin tenía mucha energía. De los tres, siempre había sido el más activo, el que más lloraba, el que más reía, el que primero había aprendido a caminar y el más difícil de controlar. 

Ahora mismo estaba tratando de hacer que el pequeño se quedara sentado junto con los otros dos frente a la chimenea y entretenerlo con sus juguetes, pero Jimin parecía tener sus propios planes para mantenerse ocupado. Cuando no molestaba a su hermano, se ponía de pie y daba vueltas en la habitación. Intentaba ir tras su madre. Hana ya lo conocía muy bien pero no podía evitar pensar que quizás ese bebé era demasiado intuitivo también, y por eso estaba tan inquieto esa noche en particular.

Quizás era ella misma la que le transmitía sus inquietudes. Porque mientras intentaba hacer su trabajo de niñera, al mismo tiempo intentaba poner una oreja en la conversación de las madres de los niños a tan solo metros de ella en la sala del comedor.

Hacía varios minutos ya que las dos mujeres no paraban de discutir. Las cosas no estaban bien y Hana no había dejado de preocuparse desde que toda la bomba había estallado hacía un par de días atrás. Quería ir con ellas y decirles lo que pensaba. Pero ¿quién era ella para opinar al respecto? Solo era una empleada más, no se sentía con derecho a emitir voto alguno en cuanto a lo que había que hacer, sin importar cuánto amara y se preocupara por el bienestar de esos tres bebés. Eso la frustraba, pero no podía hacer más que esperar por una solución.

Alzó al inquieto Jimin y lo colocó en su regazo. 

— ¿Por qué no puedes quedarte quieto como Jungkook y Taehyung, eh? — le sonrió al pequeño. Los otros dos niños parecían muy entretenidos frente a ellos con un trencito de juguete. — Eres terrible — le apretó una de sus adorables y regordetas mejillitas y Jimin gruñó en respuesta. 

— ¡Mamá! — exclamó una vez más el menor y estiró sus brazos en dirección al comedor donde se encontraba la mujer.

— Mamá está ocupada ahora. Tiene graves problemas de qué ocuparse — le respondió como si el niño pudiera entenderle. 

Sin embargo, como el bebé no parecía calmarse, Hana se puso de pie con el pequeño en brazos para darle un paseo por la habitación, sin perder de vista a los otros dos. Cuando pasó frente a la puerta que daba al comedor decidió hacerse la tonta para ver si podía escuchar algo de la conversación de las señoras.

Kim Jisoo, su patrona, era la que más estaba elevando la voz.

— ¡Tienes que huir! ¡Tienes que tomar a tu hijo y salir de aquí cuánto antes! — le decía la mujer a la otra un poco más joven que ella, la cual consideraba su mejor amiga. — ¿Qué estás esperando, Minji, por el amor de Dios?

Almas Gemelas - KookminTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang