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— Jiminie. ¿Eres tú? — volvió a preguntar. 

Los ojitos del menor se llenaron de lágrimas. Aún mantenía su distancia sin embargo. 

— ¿Tú eres…Hana? — se atrevió a preguntar. 

— Oh, no puedo creer que seas tú — exclamó ella. Parecía hacer un esfuerzo por sentarse pero no podía. — ¿Eres real o estoy alucinando? 

— Soy real. Soy yo — respondió y se bajó la mascarilla. Al verla sufriendo se animó a acercarse hasta su cama. Hana no dudó en tomarle la mano apenas tuvo la oportunidad. 

— Dios, estás enorme — lloraba ella. 

— ¿Cómo sabes que soy yo? — preguntó Jimin. Él no la reconocía en lo absoluto.

— Te conozco. Además jamás olvidaría esos dulces ojos. Oh, pensé que nunca más te volvería a ver. Pensé que me iría de este mundo sin volver a ver tu bella carita, mi niño — seguía sollozando y aferrándose a la mano del chico con fuerza. 

Éste no entendía qué estaba pasando. Estaba tan confundido. 

— No entiendo. ¿Cómo me encontraste? ¿Tus padres están aquí? ¿Minjun y Chae? — preguntó luego ella.

— No, ellos…no saben que vine. Yo…ya sé toda la verdad — confesó entonces. — Sé que no soy su hijo biológico…y me hablaron de ti. Tú eres…mi mamá — susurró Jimin y luego colapsó en llanto.

— Oh, cariño — se lamentó Hana. ¿Cómo explicarle al chico que tenía enfrente, y que había vuelto a su vida después de tantos años, que lo que creía era una verdad no era más que otra mentira? 

— Te busqué por qué quería saber por qué me dejaste. ¿Por qué me abandonaste? — suplicó Jimin en medio de su llanto. — Por favor, dime qué pasó. Necesito saber. Te he estado llamando, ¿por qué no me contestaste?

— No te abandoné. Jamás lo hice. Te dejé en el hogar donde pertenecías. Donde podían cuidarte — explicó Hana. — Y veo el gran trabajo que han hecho tus padres. Ya eres todo un hombrecito, mírate — le sonrió. 

Jimin negó con la cabeza. Eso no era lo que quería oír. No era suficiente para él. 

— Uno no deja a su bebé simplemente en una casa y se va. Sé que hay más que eso — exigió. — Y merezco saberlo. También sé que estuviste llamando a mi casa. ¿Por qué? ¿Por qué apareces ahora?

— Oh, Jiminie… — suspiró ella. — Mírame cómo estoy. Estoy muriendo, cariño. Quería hablar contigo…pero al escuchar tu voz me asusté. De repente no sabía qué decir. Tal vez fui egoísta al querer seguir sabiendo de ti a pesar de que tus padres me lo prohibieron, no sé. Me dijeron miles de veces que dejara de llamar. Los acosé hasta el cansancio cuando vivían aquí en Busan. Sé que por eso se fueron. 

— Pero nos encontraste otra vez. Querías hablar conmigo. Pues aquí estoy — declaró el menor. — Si tienes algo que decir, este es el momento. 

— Yo solo quería despedirme. Y decirte que te amo. Escuchar tu voz y ver lo feliz que eres. ¿Lo eres, verdad? ¿Eres feliz? — Hana estiró la mano y acarició la mejilla del joven. Por un momento cerró los ojos y se quedó extremadamente quieta. 

Jimin sabía que estaba mal, no podía forzarla a hablar o presionarla. Ya estaba haciendo un enorme esfuerzo hasta para respirar o abrir los ojos.

— Sí, soy feliz — decidió responder entonces. — Estoy bien. 

— Me alegra oír eso. ¿Qué tal la escuela? — preguntó de la forma más casual posible. Como si no fuera la primera vez que se vieran. Hana quería saber todo sobre su niño antes de que se le agotara el tiempo. Quería oírlo todo de su propia boca.

Almas Gemelas - KookminWhere stories live. Discover now