U N O

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Abigail

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Abigail.

— ¿Está bien si la dejo allí? –Preguntó mi madre con una de las cajas de mudanza entre sus brazos, indicando con un movimiento de cabeza la esquina de la habitación. –

Parecía que podría dejarla caer en cualquier momento, por lo que fui rápida en responder.

— Sí, perfecto, aquí está bien. –Musité y sonreí al apreciar las cajas a mi alrededor, luego de innumerables idas y vueltas, finalmente tenía todas mis pertenencias aquí. –

— Me gusta, es lo bastante espacioso como para que entren todas tus cosas. –Indicó y puso sus manos en sus caderas, echándole un vistazo rápido al lugar. –

— Me agrada, es lindo. –Dije con un encogimiento de hombros, pues no estaba nada mal el lugar. – solo detesto no poder compartirlo con Anne. –Crucé de forma infantil los brazos contra mi pecho. –

— Cariño, ella estará bien. –Murmuró mamá mientras caminaba hasta donde me encontraba para rodear mi cuerpo en un abrazo de oso. – siempre acordaron que al momento de llegar a la universidad compartirían habitación con sus amigas, eso no cambiará ahora.

— Solo quiero estar cerca de ella. –Confesé con un suspiro y recargué mi cabeza sobre su hombro, disfrutando de sus caricias a lo largo de mi espalda. – y estar a su lado por si algo sucede. 

— Nada sucederá. –Prometió con su dulce voz y depositó un beso en mi frente. – solo debes acompañarla a cada sesión de quimioterapia y no abandonarla cuando ella diga que te necesita. –Dijo y dejó una de sus manos sobre mi mejilla. – pero podemos buscar un apartamento cerca de aquí si quieres vivir solo con tu hermana.

—Sabes que no queremos eso, mamá, deseamos vivir la experiencia completa. –Respondí con fingido fastidio. – y jamás la abandonaría, hemos compartido vientre, estamos unidas para toda la vida. –Sonreí con diversión y me alejé de su abrazo, dispuesta a comenzar a organizar todo. –

— ¿Quiénes estarán juntas toda la vida? –Preguntó la voz de mi hermana en el momento en que ingresó a la habitación con un conjunto de llaves entre sus dedos. - ¿Nosotras? Que niñata te has puesto. –Bufó con gracia. –

— Siempre lo he sido. –Musité y ella sonrió ampliamente. - ¿Qué habitación has conseguido? –Pregunté y me acerqué para poder leer el número que allí había, descubriendo que se trataba del 197.- ¿Estarás justo al lado? –Carcajeé. –

— Claro que sí. –Murmuró mi melliza con dulzura y adoré el sonrojo que se apoderó de sus mejillas. – siempre dijimos que no compartiríamos cuarto, pero eso no significa que no pueda ser como en casa y estar en la de al lado. –Dijo y ambas reímos. –

Amaba la manera en que siempre tenía una respuesta para todo.

En realidad, la amaba a ella, con todo mi ser.

When I fallWhere stories live. Discover now