C I N C U E N T A Y C U A T R O

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Nathaniel

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Nathaniel.

El arcángel Gabriel estaba justo frente a mis ojos y sabía que nada bueno podría salir de esto, sin embargo, me mantuve con la frente en alto y los hombros derechos, sin demostrar que estaba muerto de miedo y que mis alas se escondían con vergüenza.

― Estoy sudando la gota gorda y no soy yo con quien hablarán. –Musitó la voz de mi mejor amigo detrás de mí y su mano golpeó con fuerza mi espalda baja, mostrándome su apoyo. – pero confío en ti, hombre.

Sí, que bueno que él confiara.

Arael inclinó su cabeza a modo de saludo e hice lo mismo, para luego volver a enfocarme en aquel ser majestuoso frente a mí.

― Finalmente tenemos el placer de encontrarnos, Nathaniel. –Saludó él y asentí con mi cabeza, sintiendo como mis manos temblaban unidas en mi espalda. – he escuchado muchas cosas sobre ti.

Ay caramba.

Haniel se ubicó a mi lado y su hombro chocó con el mío, por lo que agradecí que se mantuviera a mi lado y estuviera aquí mientras se desarrollaba la conversación. Él me hacía recordar el porqué estaba aquí, aunque en estos momentos solo quería caer sobre mis rodillas y suplicar perdón, para así no sentirme avergonzado por lo que seguramente el arcángel había escuchado.

― La mayoría dicha por mí. –Comentó Arael y sus ojos se detuvieron en mi rostro, entregándome tranquilidad. – le dije que no se dejara guiar por las malas lenguas que hay por aquí últimamente.

Y así se desarrolló la conversación, con ellos hablando de todo lo que había sucedido conmigo en los últimos meses, específicamente desde que la pelirroja había aparecido en mi vida. Se recalcó el montón de veces que omití el trabajo y decidí irme por allí a mi antojo, también las veces en que rompí las reglas y le entregué más amor a Abigail de lo que era posible por la diferencia y limitaciones de nuestros mundos, al igual que todo el tiempo en el que grité mi amor sin importar las consecuencias.

Los recuerdos llegaron a mi mente al mismo tiempo en que ellos los relataban, lo que me llevó a intentar ocultar mi sonrisa al tener la imagen presente en mi mente de Abigail sonriendo, riendo o jugando conmigo, respuesta que no fue la misma cuando mencionaron mi trabajo y lo bien que lo cumplía, incluso cuando había disminuido las horas que pasaba con los niños estas últimas semanas.

Los minutos transcurrieron y las anécdotas no terminaban, lo que hacía que mis mejillas estuvieran más rojas con cada segundo que pasaba y me sintiera tan avergonzado como era posible, sin embargo, no culpable.

Amar no era un error, ¿verdad?

Nunca podría serlo.

― Con todo lo que me fue contado no me queda más que hacerte la misma pregunta que le hago a cada uno de ustedes cuando cometen un error. –Dijo el arcángel Gabriel con sus ojos fijos en mí. – y quiero que la respondas con total sinceridad, sin pensar en las consecuencias o en lo que yo podría pensar.

When I fallWhere stories live. Discover now