V E I N T I N U E V E

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Abigail

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Abigail.

Despedirse nunca era fácil, mucho menos cuando sabía que podían pasar algunos días sin tener su rostro frente al mío y sin poder besar sus labios, rompiendo nuestra loca y divina burbuja de privacidad y amor que tanto me gustaba.

— Prometo ir a decir hola en algún momento. –Susurró Nathaniel contra mis labios en el instante en que estuvimos frente al edificio de habitaciones, lista para ir en busca de mi equipaje. –

— Estaré esperando. –Dije con una sonrisa y sentí como su mano se apoderaba de mi barbilla, acercándome a sus labios para finalmente unirlos en un beso que disfruté como si fuese el primero. –

Mis brazos fueron hasta su cuello y lo rodeé con adoración, encantada por la diferencia de estatura que me hacía elevarme sobre la punta de mis pies para mantener el contacto. Su cabello se sentía suave entre mis dedos y deseé que aquel momento durara para siempre, incluso si eso significaba que el tiempo se había detenido o había dejado este mundo.

Solo podía pensar en él.

— Gracias por el viaje. –Musité una vez que nos separamos por falta de aire, apreciando como sus labios lucían un poco más rosados de lo que solían ser. – espero el próximo sea un poco más lejos. –Dije. – tal vez China, Japón, o incluso París.

— Creo que estás esperando mucho. –Respondió el pelinegro con una ladeada sonrisa en su rostro, al mismo tiempo en que dejaba una suave caricia en mi mejilla. – es hora de irse, Abigail, ten un buen viaje. –Dijo y asentí con mi cabeza. –

— Daré lo mejor de mí. –Dije y levanté mis manos con los puños cerrados, en señal de lucha. – llegaré con una medalla, lo prometo. –Sonreí, notando como él también lo hacía. –

— Estaré esperando. –Repitió las mismas palabras que había dicho hace algunos segundos, aun sonriendo. –

Me elevé una vez más sobre la punta de mis pies y besé castamente sus labios, para luego girar e ingresar al edificio que parecía estar vacío, pues todas seguían durmiendo a esta hora de la mañana. Fui rápidamente hacia las escaleras y las subí de dos en dos, sintiendo como mis piernas entraban en calor tras la adrenalina que había sentido al estar en el cielo.

La puerta de mi habitación estaba abierta y pude ver claramente la imagen de Jane sosteniendo dos maletas, buscando con la mirada por el largo del pasillo, tal vez buscándome a mí. Llegué a su lado y sostuve mi equipaje, liberando una de sus manos.

— Estoy aquí. –Informé y ella soltó un suspiro de alivio, cerrando la puerta tras de sí para sostener mi muñeca y guiarnos a bajar las escaleras nuevamente. –

— Me asusté como no tienes idea. –Murmuró la rubia y sostuve el peso del equipaje para bajar los escalones, directo hacia la puerta que había atravesado hace unos instantes. – pensé que habías entrado en algún tipo de ataque y habías huido.

When I fallOù les histoires vivent. Découvrez maintenant