T R E C E

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Abigail

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Abigail.

Arrastré la mano de Anne por el campus, sabiendo que probablemente Jay llevaba unos cuantos minutos esperándonos y que llegaríamos tarde a nuestra clase, sin embargo, no había nada que pudiera hacer, mi hermana era bastante difícil de sacar de la cama cuando se trataba de planes mañaneros.

Más si esos planes no eran hacer yoga hasta que sus ligamentos dolieran.

— ¿Puedes caminar un poco más rápido? –Bufé mientras ambas de mis manos tiraban de una de las suyas, apresurándola. – necesito ese café antes de mi clase.

— ¡Estoy con tacones, idiota! –Se quejó la castaña y golpeó mis manos, alejándose de mi agarre. – con este paso me quebraré un tobillo.

— Yo no te dije que usaras tacones. –Me excusé, cruzando mis brazos contra mi pecho. – te dije que mi amigo quería conocernos, pero no era para que te vistieras de gala.

Ah, que buenos tiempos, reanimado el fuego de nuestras discusiones matutinas.

— Tengo una cita luego, genio. –Gruñó mi hermana y solté un gemido de sorpresa, volteando mi rostro para así poder verla. - ¿Qué? ¿Tanto te sorprende? –Preguntó con enojo. –

— Ya, Anne, bájale a tu mal humor. –Dije entre risas y entrelacé nuestros brazos, igualando su ritmo al caminar. - ¿Es con el chico de la fiesta? –Quise saber, intrigada. –

— Sí, me envió un mensaje de texto preguntando si quería almorzar con él hoy. –Confesó Anne y no pude evitar sonreír de oreja a oreja, completamente feliz. - ¿Crees que exageré mucho con mi ropa? –Preguntó. – no quiero que piense que me arregle por él.

— Estudias diseño de vestuario, An, creo que será normal verte así por el campus. –Murmuré con un leve encogimiento de hombros. – además, te ves preciosa, es mejor que él lo descubra desde ahora.

Realmente se veía preciosa hoy, con aquel vestido celeste que caía de manera holgada por su cuerpo con solo unos finos tirantes en sus hombros y unos tacones del mismo color que se anudaban en sus tobillos con una cinta. Por mi parte, me gustaba la moda, pero no me esforzaba tanto, por lo que me había decidido por un jeans ajustado, un suéter café con mangas que dejaba a la vista un poco de mi abdomen y unos botines estilo militar.

Sí, dábamos la imagen de la hija perfecta con su vida resuelta y la oveja negra que no sabe que quiere en la vida.

— Bueno, siempre puedo volver a la habitación a cambiarme. –Dijo ella y sacudió sus hombros para alejar todas aquellas preocupaciones. - ¿Cómo dijiste que se llamaba tu amigo? –Preguntó una vez más, tirando de la puerta para nosotras. –

— Jay. –Repetí por tercera vez en el día, buscando con la mirada el rostro del rubio. – el chico que está allí, ese es Jay. –Dije y elevé una de mis manos para saludarlo a la distancia. –

When I fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora