C I N C O

226 25 1
                                    

Nathaniel

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

Nathaniel.

— No puedo creer que sigas observando a esa chica. –Escuché que decía una voz conocida detrás de mí, por lo que giré mi rostro en aquella dirección. –

Arael estaba ahí.

Líbrame Jesús.

— No había nadie en el hospital. –Respondí con la voz tensa y un encogimiento de hombros, haciéndome a un lado para que él pudiera sentarse junto a mí si así lo deseaba. –

— ¿Qué te atrae tanto sobre ellos? –Preguntó con una ceja alzada y analizó todo a nuestro alrededor por una milésima de segundo. –

— Nada me atrae sobre ellos. –Aclaré con mis ojos fijos en el campus frente a mí, en donde comenzaban a reunirse cada vez más personas. –

Realmente no sabía qué hacía aquí, pero de pronto había sentido la necesidad de admirar a Abigail desde la distancia por algunos momentos. Había extrañado ver su rostro, por lo que aquí estaba.

Destruyendo mi trasero en aquellas gradas tan duras e incómodas.

— Claramente algo te atrae de ella. –Musitó Arael y apuntó con su dedo a Abigail, quien se encontraba en el césped realizando algunos ejercicios de estiramiento con su compañera de habitación. –

— No es tan especial para mí. –Susurré e hice un gesto con mis manos, restándole importancia al asunto. – su carisma y alegría producen algo en mí, eso es todo.

— ¿Algo bueno? –Quiso saber mientras inclinaba su cuerpo hacia adelante, observando todo con especial atención. –

— No lo sé. –Admití con un susurro bajo luego de escuchar como una melodía comenzaba a sonar por los altavoces del lugar, lo que llamó la atención de todos y evitó que Arael continuara con su interrogación. –

No obstante, la tensión en mis hombros no desapareció.

Mis ojos recorrieron el campo de juego al notar que más personas estaban allí, pero no tardé en encontrar a la pelirroja. Podría distinguirla entre una multitud de personas solo por el color de su cabello, además del aroma frutal que desprendía por los poros y que llegaba hasta mí sin la necesidad de estar junto a ella.

Era como si algo dentro de mí la reconociera de inmediato.

Y lo adoraba, incluso si sabía que no era lo correcto.

— ¿Hacen algún tipo de deporte peligroso? –Preguntó Arael con confusión y observó cómo algunos chicos con ropa deportiva recibían casos que ponían rápidamente sobre sus cabezas. –

— Eso parece. –Respondí igual de confundido, pues no comprendía nada de lo que estaba sucediendo. - ¿Y deben correr por toda la cancha? –Me sorprendí, pues todos comenzaban a correr por el césped gritando palabras de aliento. –

When I fallWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu