D I E C I S É I S

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Nathaniel

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Nathaniel.

Sentía que en cualquier momento mis alas aparecerían y me elevarían hasta el mismísimo cielo, pero incluso si se sentía como estar tocando las estrellas, necesitaba aterrizar.

Esto no estaba bien.

Con mis manos sobre sus hombros la alejé, escuchando el sonido de nuestros labios al separarse.

Sus ojos se abrieron lentamente y sentí como si un martillo estuviera haciendo trizas mi corazón, porque no quería tener que ver aquella mirada nunca más en mi vida.

— Esto no está bien, Abigail. –Susurré con pesar, sabiendo que probablemente me arrepentiría. – no podemos besarnos, jamás.

¿Jamás?

No estaba tan seguro.

— ¿Por qué no? –Preguntó en voz baja, manteniendo su mirada sobre la mía. – sé lo que quiero, y sé que tú también lo quieres. –Aseguró, como si pudiera ver a través de mí. –

— Incluso si ambos lo queremos, no puede suceder. –Murmuré y llevé mi mano hasta su mejilla, brindándole suaves caricias a su piel. – no puede existir ningún tipo de contacto físico entre nosotros, Abby, así todo se mantendrá en un lugar seguro.

— ¿Lugar seguro? –Atacó la pelirroja. – ya no sé qué demonios es un lugar seguro, no sé qué está seguro en mi vida y qué no. –Musitó. - ¿Por qué contigo tiene que ser igual?

— Porque mantenernos alejados es la única manera en que podremos continuar siendo capaces de vernos el uno al otro. –Expliqué, sintiendo como la piel bajo mis dedos se volvía cada vez más fría. –

— Claro, soy humana. –Bufó Abigail y se alejó un poco de mí, encontrando confort al abrazar un almohadón contra su pecho y poner más distancia entre nosotros. – no puedes mezclarte conmigo.

— Ni contigo ni con nadie. –Aclaré, cruzando los brazos contra mi pecho por la pérdida de su cuerpo. -  no quiero que pienses que algo está mal contigo, por favor. –Pedí en un susurro. –

No obstante, la mirada en su rostro me demostraba que en su mente estaban desarrollándose mil teorías en las que pensaba que ella era el problema, por lo que en un movimiento rápido alejé el almohadón de sus brazos y le aferré a mi cuerpo una vez más.

— Dijiste que no podía haber contacto físico entre nosotros. –Gruñó ella y dejó sus manos en mis caderas para alejarme de su cuerpo. –

Lo que claramente no permití.

— Sabes que no hay nada de malo en un abrazo. –Dije con una sonrisa en mis labios, sintiendo como su cabeza cabía perfectamente bajo mi mentón. – y no quiero que estés molesta conmigo, Abigail, por favor. –Susurré. –

— No estoy molesta contigo. –Aclaró la pelirroja, aunque era casi imposible creerle. – pero no puedo evitar que mi ego se sienta un poco herido. –Dijo. –

When I fallWhere stories live. Discover now