C I N C U E N T A Y D O S

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Abigail

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Abigail.

Mi cuerpo se removía inquietamente en la cama, sentía que las sábanas pesaban el doble de lo de antes y gotas de transpiración corrían por mi espalda, por lo que fue un alivio el poder sentir que alguien tocaba mi hombro y me obligaba a abrir los ojos.

― Abby, Abby, despierta. –Susurró la voz de mi mejor amiga mientras sus manos movían mi cuerpo para despertarme. – debemos irnos.

― ¿Irnos? –Pregunté y abrí mis ojos por completo, notando como el cabello se pegaba a mi nuca por el calor excesivo que sentía en esta fría noche de invierno. –

― Tu madre llamó. –Dijo y puso el móvil frente a mis ojos, mostrándome las cinco llamadas pérdidas que tenía. – debemos ir al hospital, Anne está mal.

Anne está mal.

Anne está mal.

Mi hermana está mal.

En cosa de segundos me puse de pie y corrí hasta el armario, despojándome de mi anticuado pijama para reemplazarlo por un pantalón deportivo, una sudadera gigante y mis tenis preferidos para correr. Jane hizo lo mismo, abrigándose tanto como podía para salir de la habitación cuando el reloj marcó las cinco de la mañana.

Rebecca se encontró con nosotras en el comienzo de las escaleras y las tres corrimos hacia el aparcamiento, sintiendo como gotas de lluvia caían sobre nuestras cabezas en el momento en que la rubia apagó la alarma de su coche para subirnos e ir directamente hasta el hospital.

― ¿Qué más te dijo mi madre? –Pregunté cuando percibí que el coche se ponía en movimiento, con las luces de los focos alumbrando el camino para nosotras. –

― No mucho, solo dijo que debíamos ir y que los médicos están allí con ellos. –Comentó mi mejor amiga con sus ojos fijos en las calles solitarias. – no me dijo nada más sobre tu hermana.

¿Esa era la razón por la que me estaba sintiendo tan mal incluso en mis sueños? ¿Es que algo estaba sucediendo con Anne?

Solté un suspiro y recargué mi cabeza contra el asiento, observando con atención el paisaje de edificios y demás que tenía ante mis ojos. Siendo sincera, no sentía mucho en este momento, solo necesitaba llegar a donde estaba mi melliza y saber cuál era el problema.

Es por eso que el recorrido de no más de diez minutos se hizo eterno para mí, causando que sintiera alivio cuando finalmente Jane estacionó su coche. Desabroché rápidamente el cinturón de seguridad y bajé de éste, sin esperar a mis amigas.

Mis piernas corrieron como hace mucho no lo hacían y no fui capaz de ver a nadie de los que me saludaban en la entrada del lugar, únicamente fui hasta el elevador y conté hasta cinco, esperando a que llegara, no obstante, no fue el caso, por lo que de inmediato abrí la puerta que ocultaba las escaleras y comencé a subir por éstas, sintiendo la necesidad de llegar lo más pronto posible a aquella blanca habitación que se estaba convirtiendo en el lugar más seguro para mí y mis sentimientos.

When I fallWhere stories live. Discover now