C U A R E N T A Y O C H O

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Nathaniel

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Nathaniel.

Los días pasaban más lentos de lo que creía posible y ya me sentía agotado. Ya no existía una motivación que me hiciera recargar energías para disfrutar de un nuevo día, tampoco alguien a quien pudiera ver cuando la noche cayera y todos estuvieran durmiendo.

Ya no había nadie a mi lado.

Y yo nunca me había sentido tan solo.

Me senté en el césped cuando el sol alumbraba en lo más alto del cielo, indicando que la tarde del día domingo estaba en su máximo esplendor. El parque en el que me encontraba estaba atestado de familias que corrían detrás de sus inquietos hijos, como también de parejas que celebraban un nuevo día de amor.

Deseaba poder ser como ellos, con todo lo que había dentro de mí.

Jamás había deseado tanto algo como deseaba poder ser parte de la sociedad a la que estaba observando ahora mismo.

Ser humano probablemente no cambiaría nada en mi forma de pensar, pero si me traería bastantes más oportunidades de disfrutar la vida e ir en busca de mi felicidad.

O más bien ir en busca de ella.

La imagen de la pelirroja que aparecía en mis sueños llegó una vez más a mi mente y solté un suspiro, recostando mi espalda sobre el césped para así ser capaz de observar las nubes que lentamente se alejaban. Incluso allí, lleno del ruido de la gente, me sentía tan vacío por dentro como era posible. Mi pecho tenía una constante presión que no me dejaba respirar con normalidad, mi estómago se revolvía más de diez veces durante el día al pensar en que podría estar haciendo y mi mente estaba en un mundo paralelo constantemente.

Un mundo en donde podría tener todo lo que quisiera.

¿Podría ser eso posible? ¿Podríamos alguna vez tener todo lo que deseábamos?

Tal vez no para el pensamiento común del mundo, pero sí para mí.

Mi único deseo en este minuto era poder ser tan normal como era humanamente posible, poder correr detrás de los niños ante los ojos de todos, sonreírle a quien caminaba por mi lado en la calle y saludar a quien me vendería el café que alegraría mi mañana. Quería poder tener una motocicleta y recorrer el mundo si era posible, tener un montón de amigos a quienes pudiera llamar para pasar el rato y tener a alguien a quien sostenerle la mano cuando la vida se pusiera difícil.

Yo solo quería lo que todos tenían.

El césped se sentía frío entre mis dedos y supuse que mi blanca playera estaría húmeda cuando me pusiera de pie por la reciente lluvia de la noche anterior, pero no me importaba. Cerré mis ojos para sentir como la brisa de viento alborotaba mi cabello e intenté sonreír, agradeciendo que fuera capaz de sentir aquello.

Bueno, las cosas no eran tan malas dentro de todo.

Aún estaba aquí abajo, teniendo la posibilidad de estar junto a los niños que me esperaban cada mañana con una sonrisa y pudiendo caminar libremente por las calles de la ciudad. Pero, aun así, no podía decir que me sentía feliz, debido a que ya no sentía aquella excitación que hacía que mis dedos se sintieran entumecidos y definitivamente no tenía una sonrisa en mi rostro las veinticuatro horas del día.

When I fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora