V E I N T I U N O

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Abigail

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Abigail.

En el juego de las quince preguntas fue donde pude obtener la mayor cantidad de información de Garrent, pues a medida que íbamos comiendo descubrí que era bastante introvertido y silencioso.

El doctor tenía veintisiete años, sus padres estaban vivos y tenía dos hermanas menores, a las cuales amaba y protegía más que a su vida. Vivía en un condominio privado un poco alejado de la ciudad y tenía a un perro con él, el cual le entregaba seguridad y compañía para los días en los que no iba al hospital. Medicina siempre había sido la carrera de sus sueños, por lo que no se detuvo hasta terminar en los años correspondientes y tener unos cuantos postgrados bajo la manga, demostrándome que sí era bastante introvertido y se enfocaba únicamente en las metas que se metían en su cabeza.

Más allá de eso no pregunté esta noche, pero era un buen inicio, incluso si su personalidad era totalmente opuesta a la mía.

¿Los opuestos se atraen?

Sí, bueno, no estaba tan segura.

— ¿Estás segura de que no tengo que acompañarte hasta la puerta? –Preguntó Garrent en el momento en que estacionó el coche. –

— La puerta está justo allí. –Dije, apuntando la puerta iluminada que se veía a unos metros de distancia por la zona de aparcamiento y los arbustos que había. – serás perfectamente capaz de verme desde aquí, no salgas a exponerte al frío.

— El frío no es nada, quiero asegurarme de que llegarás a salvo. –Murmuró y se acomodó en el asiento, quedando de lado para poder mirarme mejor. –

— Lo haré, te lo aseguro. –Musité y me quité el cinturón de seguridad, inclinándome un poco más cerca de él para besar su mejilla a modo de despedida. – gracias por la cena de hoy, estuvo fabulosa.

— Lo podemos repetir cuando quieras. –Susurró y una pequeña sonrisa asomó en sus labios. – salgo del hospital a las ocho la mayoría de los días, y ya tienes mi número.

Sinceramente no sabía cómo responder a aquello sin quedar comprometida a salir con él en otra ocasión, por lo que solo asentí con mi cabeza y sonreí dulcemente, para luego bajar del coche y dirigirme hasta la puerta del edificio en donde estaba mi habitación, rodeando mi cuerpo con mis brazos para protegerme de las ráfagas de viento.

¿Qué sucedía con esta ciudad?

Aún ni comenzaba el invierno, dios.

Abrí la puerta y volteé ligeramente para despedirme con un gesto de manos, observando como el coche se alejaba enseguida, siguiendo su camino de regreso a casa. 

Iba a entrar, pero una mano sosteniendo mi muñeca me detuvo e hizo que volteara rápidamente, encontrándome con un alto chico de ojos negros.

— Hola, tú. –Musitó Nathaniel con rostro serio, como si no fuera una buena noche para él. – estuve esperando por horas. –Acusó. –

When I fallWhere stories live. Discover now