C A T O R C E

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Abigail

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Abigail.

— ¿Cuál de los dos? –Pregunté y elevé en mis manos las dos opciones de suéter que pensaba podían ir con mi conjunto, el que consistía únicamente en una camisa blanca con botones que llegaba hasta mis muslos y unas botas de tacón que llegaban a la mitad de mi rodilla. –

— Abby, es solo una quimio más, no una pasarela de moda. –Bufó mi hermana mientras cambiaba la página de la revista que estaba leyendo. –

— Lo dice la estudiante de diseño. –Dije y rodé mis ojos, lanzando la ropa sobre la cama para observar mejor los colores. – gracias por tu ayuda.

— El gris. –Respondió la castaña y le sonreí dulcemente, caminando hacia el espejo de cuerpo entero para terminar de vestirme. – me siento con ganas de conducir hoy, así que yo lo haré esta vez.

— Por fin. –Murmuré a modo de broma y ella lanzó un almohadón en mi dirección, el cual alcancé a atrapar antes. – ya estaba por llamar a papá y decirle que te quite la licencia de conducir.

— Que graciosa eres. –Dijo y se puso de pie, caminando hasta la puerta cuando vio que colgué mi bolso en mi hombro. - ¿Pasamos por un Starbucks antes? –Preguntó con una sonrisa. –

— ¿Lo pagarás tú? –Quise saber y Anne rodó sus ojos, lo que me dio a entender que si lo haría si debía hacerlo. – bien, porque pronto tendré que llamar a mamá, el dinero se escapa de mis manos y creo que no llegaré a fin de mes.

— Eso es porque no ahorras en nada, Abby, debes dejar de comprar todo lo que ves. –Aconsejó mi hermana y cerró la puerta detrás de nosotras, por lo que nos encaminamos al aparcamiento. –

— La vida es una. –Respondí con un encogimiento de hombros. – no quiero arrepentirme el resto de mi vida por no comprar lo que tanto me gustó.

— El problema es que todo te gusta. –Bromeó la castaña y desbloqueó las puertas del coche con el botón, por lo rápidamente ingresé por la parte del copiloto. - ¿Estás segura de que no morirás de frío?

— Estoy bien. –Aseguré, sin embargo, encendí la calefacción de inmediato. – aunque creo que el invierno se está adelantando un poco.

— Normal, estamos en Nueva York. –Musitó y asentí, encendiendo la radio del coche para buscar una canción que nos gustara a ambas. - ¿Planeas coquetear con mi doctor hoy? –Interrogó. –

— Claro que no, tonta. –Dije y crucé los brazos contra mi pecho una vez que mi cinturón de seguridad estuvo en su lugar. – jamás haría eso, solo hablaré cordialmente con él.

La risa de mi hermana inundó el coche, lo que me hizo bufar con indignación.

— Casi me lo creo. –Murmuró Anne e hizo un gesto de secar sus lágrimas falsas. – eso significa que sí, qué bueno que traje mis auriculares conmigo.

When I fallDonde viven las historias. Descúbrelo ahora