Treinta y cinco, parte uno

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—Yo no puedo estar saliendo con tipas bifóbicas. Muy bella, lo mamaba de muerte, pero no puedo. O sea, me dijo que le explicara... —dijo Fer indignado.

—¿Explicar qué? —preguntó Clau.

—Por qué me gustan los hombres... Mi vida, si a ti te gusta chupar pito a mí también. No sé qué más hay que decir al respecto.

Me eché a reír y casi me ahogo con la cerveza. Nat se apresuró a darme golpecitos en la espalda, mientras se reía también.

—Pero ella se lo pierde... Y yo que le iba a decir que nos comiéramos a John entre los dos.

—¿Ese es al que le gustan las pinzas para pezones o es otro?  —preguntó Clau.

—Ay, tú sabes que yo digo el pecado, no el pecador, pero bueno, no es ese. —Se echó a reír—. Este es muy enérgico, porque mi reina, eso de hacer tríos se dice fácil, pero la mayoría no aguanta el round completo.

—Amo tu sabiduría, Fer. Aprendo tanto de ti —le dije de lo más honesta.

Mi amigo se echó a reír.

—Ser modelo a seguir es mi pasión.

Nos tomamos el resto de las cervezas y nos fuimos de la casa de Fer, porque ellos tenían clases temprano por la mañana. Nat llevó a Clau a su casa y su hermanito, como siempre, aprovechó de hablarle.

—Hola, Nat —saludó él con coquetería.

—Christopher, deja el fastidio —lo regañó Clau y lo arrastró adentro.

Nat se despidió de él con un gesto de la mano y continuó conduciendo.

—¿Qué vas a hacer cuando cumpla la mayoría de edad?

—¿Yo? Nada. Solo estamos jugando.

Alcé las cejas.

—No creo que él lo vea de la misma manera.

—Ay, por favor... —dijo mi amiga restándole importancia.

No comenté nada más al respecto, el cumpleaños de Christopher estaba cada vez más cerca así que pronto sabríamos si estaban solo jugando. 

Seleccioné una canción animada y la cantamos de camino a nuestro apartamento.

*****

Desperté el jueves por la mañana y me estiré en la cama. Miré los contornos de la almohada, cerré los ojos un ratito más y hundí la cara en ella que, cuatro días después, todavía olía a Diego.

La alarma de mi teléfono sonó y me apresuré a apagarla. Al mirar la pantalla, revisé mis notificaciones. Tenía varios mensajes pendientes de mis amigas y mis padres, pero había uno en especial de alguien que, en un pasado, había solido ponerme de muy buen humor con una sencilla palabra.

«Hola».

Me hizo recordar nuestros simples holas de cuando éramos amigos telefónicos y nada más, así que, consonante, le respondí de la misma manera con un hola. Mi novio entró en línea dos segundos después y me escribió todo lo que yo en un pasado había anhelado que me dijera.

«No puedo trabajar, no hago más que pensar en ti, eres mala para los negocios y tú ni siquiera me envías un mensajito o algo».

«Imagínese, ingeniero Roca, mientras usted, probablemente ha estado siendo productivo desde tempranas horas de la mañana, yo apenas acabo de despertar. Si le sirve de consuelo, lo primero que hice cuando abrí los ojos fue pensar en usted. No obstante, le recuerdo que también puede enviarme algún "mensajito"».  

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora