Cuarenta, segunda parte

10.6K 1.2K 734
                                    

Marcos era peor de lo que imaginaba. Un tipo creído, sarcástico hasta la médula, egocéntrico y muy odioso. Se manejaba como un erudito, como esas personas que dan a entender que están versados en cualquier tópico o tema. Además, era bastante condescendiente, pero nadie parecía notarlo, todos estaban acostumbrados a su forma de ser y eso incluía a mi novio. ¿Quién querría ser amigo de alguien así? Entonces, la noche avanzó y comencé a fijarme en ciertos detalles.

La manera dulcísima en la que le hablaba a su abuela para sacarla a bailar en medio de la sala. Sus hermanas eran graciosas y lo avergonzaban al contar anécdotas sobre él cuando era pequeño sin que este se inmutara demasiado y tanto su padre como su madre se mostraban muy orgullosos de él.

Su novia parecía estar bastante al tanto de cómo era su personalidad y en varias ocasiones dijo:

—Ya saben cómo es, pero en el fondo nada que ver.

La hermana de Grecia solía darle ciertas miradas de desdén a Marco como si le pareciese que era un tarado. Tal vez por eso me cayó tan bien.

Era como que él constantemente intentase proyectarse de una manera, sin serlo en verdad. Con mi novio era super ácido y noté que era mutuo. Existía entre ellos bastante empatía, jovialidad. Conmigo fue raro, me saludó cuando Diego nos presentó y si me dirigió dos palabras fue mucho. Tras pensarlo con detenimiento, me fijé en la manera posesiva en que la mano de mi novio no abandonaba mi cintura y entendí que tal vez Marco lo hacía por su amigo. Ni siquiera me sonrió más de lo debido para no molestarlo, porque de alguna forma comprendía la incomodidad inherente al momento. Diego había usado sus fotos, ambos eran cómplices y yo estaba en el medio.

—Voy por una copa —le dije a Diego y aproveché que la novia de Marco se había ido a la cocina hacía un buen rato. 

—Si quieres te la busco —Se ofreció Marco.

—No, conversen, además es tu día —le respondí con amabilidad. 

Me alejé y los dejé en la entrada del balcón, mientras Marco se quejaba de que tenían bastante tiempo sin ir a jugar tenis.

El apartamento era gigantesco. Las molduras eran bellísimas, los techos muy altos y el piso lucía antiquísimo, muy bonito. Grecia tenía un gusto bastante simple para la decoración, nada demasiado recargado. Grandes sofás color verde oscuro, sillones marrones. Lámparas bellas y muchísimas fotos, pues a ella le interesaba la fotografía. Ambos vivían juntos desde hacía un año, por lo que había entendido. Él estaba cumpliendo treinta y dos, mientras que ella era dos años menor.

La fiesta se encontraba dividida en cuatro ambientes. La sala en donde estaban la mayoría de los amigos de Marco conversando. El comedor que alojaba a sus padres y familia en general con mucha comida en la mesa. Una salita anexa en la que los niños se entretenían viendo televisión y la cocina, en donde todo el mundo entraba a prepararse un trago o tomar algo de comer.

Crucé varias estancias hasta que escuché a Grecia reírse a lo lejos.

—...a ti nunca te gustó Leo, recuerdo perfectamente que Marco quiso emparejarlo contigo aquella vez y tú dijiste que era un aburrido.

—Pero eso fue antes de que el tipo progresara a lo que es ahora. ¿Quién me iba a decir que Leonardo se iba a poner así de bello?

—Nada —insistió Grecia—, dijiste que era aburridísimo y saliste con Ricardo.

—Eso fue antes de cumplir treinta años y no haber conocido un hombre decente en la vida. Prefiero estar aburrida con un tipo guapo y con dinero que con uno idiota. ¿Crees que vaya en serio con esa muchachita?

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora