Sesenta y cinco, primera parte

1.9K 295 318
                                    

Ver a mi hermano entusiasmado luego de su entrevista me alegró. Dos días después lo llamaron para decirle que le daban el trabajo, cuestión que a mí no me sorprendió demasiado. Él me llamó para contarme y yo coloqué el altavoz, pues estaba con mis amigas.

Mi hermano atribuía su éxito al haberse entendido muy bien con su entrevistador de recursos humanos. Claudia y Natalia por otro lado me dieron una mirada cómplice. Lo mejor de todo era que le habían dicho que empezara a trabajar en enero, cuestión rara, aunque tal vez no más que las circunstancias de su contratación, por lo que tendría tiempo suficiente para dar el preaviso de renuncia, así como para buscar donde vivir, pues faltaba unos quince días para que terminara noviembre.

Escuchar a Cons tan pletórico y que este no tardara en hacer planes de su mudanza con Clau, me hizo entender que había valido la pena realizar aquella desastrosa llamada.

Pensé mucho en cómo comunicarme con mi exnovio, pues lo más educado era agradecerle su ayuda. Al final me decanté por un mensaje, así no tendríamos ningún tipo de incomodidad. Él me respondió que en efecto, Constantino le había caído muy bien al entrevistador y que no tenía nada que agradecerle, pues este se había ganado el trabajo.

Por supuesto insistí en que sí, si él no le hubiese dado la oportunidad de la entrevista, probablemente, mi hermano habría seguido buscando trabajo y agotándose entre viajes, eso sin contar el gran detalle de permitirle que comenzara el próximo año, pues algo me decía que eso había sido una consideración de su parte. Le agradecí una vez más por todo y él me envió un último mensaje que me dejó anonadada.

«Tú me diste mucho más».

Perdí la cuenta de las veces que releí esas cinco palabras. Era una frase escrita sin duda para trastornar y que no supe cómo responder, porque en realidad no comprendía el tono de esta. ¿Era conciliador? ¿O de despedida? Me incliné por esa última opción, pues en cada uno de nuestros encuentros y llamadas anteriores, me había explicado tácitamente con sus acciones y silencios, que no tenía intenciones de acercarse a mí de nuevo.

También debía recordarme que una de las razones por la que lo había dejado era precisamente por su inhabilidad para comunicarse y parecía que él seguía siendo el mismo de siempre. Lo nuestro había terminado hacía meses. El que yo le siguiera queriendo era algo meramente incidental. Una situación con la que tenía que continuar viviendo, hasta que un día dejara de sentirme así.

*****

Ramiro era el chico para las charlas cínicas. Las había denominado así tras recordar una conversación que había tenido con Antonio en la que yo despotricaba contra todo lo romántico. Él había dicho que tanto cinismo en una boca tan joven no era bueno. Ramiro era igual o peor que yo en ese aspecto, pero él solía cansarse rápido, robarme un beso y cambiar de tema para volver a hablar de trivialidades.

En realidad, era el chico para hablar de tonterías. Se nos podía ir la vida en eso, no congeniábamos para otro tipo de conversaciones. Yo había ido al pueblo por el cumpleaños de mi madre, pero al volver nos pasamos las siguientes semanas matando el tiempo al jugar ping pong en casa de Fer, al bebernos una cerveza, al irnos a comer a la orilla del lago, al mirar una película de super héroes en el cine, incluso un romance cliché. Me había contado que le encantaban también las películas familiares, en general cualquier film que no le asustara.

Incluso me había acompañado durante la celebración del cumpleaños de Clau. Había sido entre semana, así que mi hermano no había podido venir.

Con Ramiro hacía todo lo que no había hecho con Antonio, tal vez porque al modelito no le quedaba la categoría de amante en la que había encasillado al pintor. Ramiro en cambio lo tenía todo para ser un buen amigo, pero insistía en besarme apenas tenía oportunidad. Le recordaba que no le convenía y él me respondía con estruendosas carcajadas. Me gustaba cuando salíamos con María Clara, ella era divertida y me ayudaba a mantener el ambiente amistoso entre ambos. Coincidimos una vez con Julián en una salida, pero Ramiro ni siquiera lo miró así que yo hice lo mismo.

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora