Cincuenta y nueve

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Noté una mano que me subía por el muslo y luego se metía en la bolsa que tenía entre las piernas... Le pegué en el dorso y mi amiga chilló. Intentaba robarme, otra vez, más gomitas. Insistió y yo la dejé.

Me había tomado un descanso de tanto estudiar y estábamos en el sofá de la casa viendo algo en la televisión. Mi teléfono vibró sobre el cojín y mi amiga lo tomó antes de que yo pudiera y me lanzó una mirada a lo Ru Paul con la ceja levantada que decía, déjame que me muero del aburrimiento, así que te revisaré el teléfono.

—Ayyyy... ¡Qué rico! —exclamó segundos después—. ¡Es Antonio! —Le arranqué el aparato con rapidez—. ¿Por qué a mí no me puede tocar un tipo así un ratico?

Me apresuré a leer, pues no sabía nada de él, desde nuestro último encuentro en ese preciso sofá.

«¿Debo entender que si no te escribo, tú nunca me vas a escribir a mí?»

—Mira no más como lo tienes —dijo Nat, haciendo una señal de triunfo.

—Ni tanto, no me escribía desde hacía dos semanas, más o menos.

—¿Qué le vas a responder? —Me encogí de hombros—. Cuidadito que Antonio es un zorrito viejo.

—¿También le dijiste esto a Claudia cuando se lo cogió? —Natalia puso mala cara—. Me sé cuidar solita... —Mi amiga hizo un gesto de desprecio por mi autosuficiencia que me hizo reír.

—Está bien, señorita adulta... Me voy a bañar.

Nat se fue a su habitación y yo me mordí el labio inferior antes de contestarle a Antonio.

«Es que soy tímida» —escribí y añadí un emoticono sonrojado.

Me respondió unos minutos después con una captura de pantalla de un mensaje que le había enviado. «Nada de dibujos hoy, trae condones» a la cual le agregó el mensaje: «Me queda claro».

«Será cabrón», pensé y me eché a reír.

«Déjame ayudarte a vencer tu timidez. Te propongo que nos veamos para que repliquemos nuestro último encuentro».

«No sé qué tan efectivo sea eso para ayudarme ¿Tú crees que funcione?» —tecleé riendo como foca retrasada, hasta que Nat regresó a buscar el vaso de agua que había dejado sobre la mesita y tuve que recomponerme.

Su respuesta fue enviarme un emoticono de risa.

«Me da la impresión de que ya te estoy ayudando, ¿no notas que estás menos tímida?».

«Estoy estudiando, esta semana tengo que presentar un montón de exámenes» —respondí para no esperanzarlo en vano.

Me reí al ver que me enviaba emoticonos tristes.

«Dime cuándo estés disponible para que nos veamos y darte una mano con tu timidez, ya sabes que me va eso de ayudar al prójimo» —escribió y agregó un emoticono con expresión libidinosa que me hizo reír.

«Yo te aviso».

«Esperaré tu mensaje».

*****

El viernes presenté mi último examen bastante rápido. Las clases de aquella materia optativa sobre responsabilidad empresarial podían ser soporíferas, pero al menos la evaluación había sido corta.

Al llegar a casa me desplomé en la cama y tomé una siesta larga de casi cuatro horas. Tras la cena, acepté ir a bailar con mis amigos, para variar, en el club nocturno Bianco.

Me arreglé con esmero. Tenía semanas que no sabía que era divertirme al maquillarme o probarme vestidos.

Brenda se nos unió en compañía de Filippo. Ese día estábamos reunidos todos, incluyendo mis amigos de ingeniería Alfonso y Ricardo, para nuestros acostumbrados tragos post exámenes, y los de la universidad de Nat, estudiantes de comunicación social.

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora