Veinticuatro

15K 1.6K 1K
                                    

Jugueteé metiendo el dedo pulgar de mi pie en la llave de la tina, a la vez que veía las pequeñas ondas que se formaban en la superficie del agua cuando me movía

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Jugueteé metiendo el dedo pulgar de mi pie en la llave de la tina, a la vez que veía las pequeñas ondas que se formaban en la superficie del agua cuando me movía. Diego sugirió que me diera un baño después de nuestro breve almuerzo, para relajarme, mientras él aprovechaba de revisar unos correos, pues tras recibir mi mensaje, salió hacia la universidad antes de que tuviese oportunidad de hacerlo.

Escuché un toquecito en la puerta, por lo que dirigí mi atención en esa dirección.

—¿Puedo pasar? —preguntó Diego desde el otro lado—. Me tapo los ojos, tranquila.

—Mmm, espera —Acomodé mi cabello húmedo sobre mis pechos y flexioné las rodillas que atraje contra mí, para cubrir mi entrepierna—. Pasa.

Diego entró, tapándose los ojos con la mano y la cabeza gacha, cuestión que me hizo reír.

—Puedes mirar...

—¿Segura?

—Sí. —Él alzó el rostro y abrió los ojos con lentitud—. Vengo equipada para estos casos —bromeé y señalé mi cabello convenientemente largo como para taparme parte del torso.

Diego no tenía ningún baño de espuma, así que estaba en la tina solo flotando en el agua tibia. Abrió la boca y alzó las cejas, se veía sorprendido.

—Te ves tan hermosa —Sonrió embobado—. Te compraré sales y todo lo que quieras para que estés a gusto cuando vengas.

Extendió la mano y me entregó una copa de vino blanco que yo acepté con alegría.

—Mmm, está rico, gracias —dije tras beber un buen sorbo.

Diego volvió a mirarme, se veía anonadado y a mí me entró la risa floja al sentirme un poco avergonzada, por lo que dejé descansar mi rostro contra mis rodillas. Estaba demasiado desnuda, mientras que él se encontraba completamente vestido.

—Tal vez un día de estos estemos los dos aquí y me dejes lavarte el cabello —dijo con dulzura y tomó asiento en el borde de la bañera.

—¿Lavarme el cabello?

—Sí —respondió sin más y pasó los dedos por mis mechones húmedos, así que le sonreí.

Diego se agachó para darme un beso que acepté a duras penas, pues una extraña sensación me recorrió el cuerpo, haciéndome sentir apenada de una manera estúpida. Siempre me pasaba eso, yo lo provocaba, pero luego me volvía tímida.

Dejé la copa sobre el borde de la tina, para tomarlo por las mejillas y animarme a recibir su beso.  Por un momento, estuve tentada de pedirle que entrara conmigo al agua, pero estaríamos demasiado desnudos y la situación se me podía salir muy rápido de control, por lo que me contuve y me animé solo a morderle los labios y a succionárselos de a poco.

—Relájate, yo me voy a cambiar. Tengo que avisarle a mis tutorados que no asistiré hoy a la asesoría, nos vemos en un rato.

Asentí.

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora