Dieciséis

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Me mordí el labio. Ya sabía que le gustaba al melenudo, solo que no esperaba que me invitara a salir tan pronto. Su propuesta me tomó desprevenida. La respuesta era simple, no, no quería salir con él, pero justo en ese momento no me vino a la mente la manera adecuada para decirlo. No deseaba ser poco sutil. Él era bastante encantador y educado, se merecía al menos un buen rechazo.

Miré al horizonte y centré mi atención en un punto luminoso que se abría paso en la noche. Era una antigua iglesia, que se encontraba en una esquina de una importante avenida a varios kilómetros y cuya fachada estaba iluminada. Inhalé y lo miré con intenciones de soltarle algo parecido a lo que le había dicho a Juan días antes.

—La verdad es que no puedo, ahora no es buen momento para salir con chicos.

Se giró hacia mí y se recostó más en el balcón. Exhaló una bocanada de humo con lentitud con cierto aire sensual. Luego sonrió y bajó la cabeza. Segundos después me encaró de nuevo y me miró a conciencia.

—Que bella eres —comentó inesperadamente. Sonreí un poco, sintiéndome incómoda, pues no sabía qué decir—. Pero eso ya lo sabes, las chicas como tú siempre lo saben.

—¿Las chicas como yo?

—Sí, las mujeres bellas. Está bien, no me molesta tu negativa. —Aquella frase había sido dicha como quien trata de implicar un «tú te lo pierdes»—. Espero que en tu próxima vida termines siendo una gata esfinge horrorosa, de esas que no tienen pelo, por no salir conmigo —bromeó—, ese será tu karma.

No me gustó su respuesta, pero supuse que al menos no era tan insoportable como esos tipos que al decirle que no, me trataban mal o peor aún, me insultaban.

—Tu karma por haberme dicho semejante estupidez, será también ser un gato, al que tampoco le voy a dar bola —dije mirándolo perspicaz.

—Agsh, espera —gruñó—, espera, no me sale —gruñó de nuevo y se golpeó el pecho—, uf, al fin salió. Aquí tienes tu puñal —bromeó haciéndome reír. ¿Te puedo hacer una pregunta?

—Dale.

—¿Por qué no? ¿Es por qué no te parezco atractivo o por otra circunstancia?

Me reí un poco de aquello.

—Solo me lo preguntas para saber si te encuentro atractivo, ¿cierto?

—No lo había pensado de esa forma —contestó entrecerrando los ojos—, además de bella, inteligente.

Hice una mueca de suficiencia, sabía que lo había dicho por ser gracioso, pero no había conseguido ese efecto en mí.

—Pues mira, no estás nada mal de ver, es por otras circunstancias, con otro hombre.

—Entiendo —Le dio una bocanada honda a su cigarrillo.

Ramiro no dijo nada en verdad memorable durante el resto de nuestra conversación. Era lindo, gracioso y eso seguramente le bastaba para atraer a muchas chicas. Pero en mi caso, todo eso lo encontraba muy poco estimulante como para siquiera sentirme tentada. Eso y que en mi cabeza había un proceso en segundo plano que continuaba ejecutándose, aunque yo intentase negarlo. Mis pensamientos estaban eclipsados por el señor Roca.

*****

El viernes al mediodía me senté a desayunar un bol de aritos de cereal con leche en el sofá. Luego miré las notificaciones de la última publicación que había hecho para las redes de Nat y contesté los comentarios. Busqué mi libreta de ideas decidida a encontrar alguna que hubiese escrito hace más de una semana atrás, cuando aún Diego no había eclipsado tanto mis pensamientos. Comencé a redactar una reseña de un libro que había terminado hacía poco, iba sobre la mujer, el trabajo y su voluntad para liderar.

A la Máxima (completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora