1. Las almas bailando.

6.8K 179 146
                                    

Mateo

Abrí grande la boca y sentí cómo todo el vodka me atravesaba la garganta, escuchaba gritos de mis amigos para que no afloje. Era la tercera cascada que ingería y esperaba que no me pegue el pedo tan rápido, no quería no llegar al boliche.

—Ya a la tercera sabe como manjar— acoté limpiándome alrededor de mi boca, mientras tanto Lautaro se reía de lo que decía. A él sí que le estaba pegando, y eso que nos prometimos vacilarla como se debe.

Estábamos en nuestro festejo de último primer día, algo demasiado pete, pero me prendí porque, en donde hay joda, estoy yo. Nos encontrábamos en la previa que se estaba haciendo en la casa de nuestra mejor amiga, Mayra, así que no teníamos problema en quebrar acá mismo porque es más nuestra casa que la de ella.

—Mateo, llegás a ingerir dos gotas más de escabio y te echo a patadas— advirtió la morocha, quien había nombrado recientemente.—. Entre vos y el pelotudo de Lautaro suman una camilla más para el hospital.

—Andá con tu novio vos— intervino mi amigo, haciéndome reír al ver la cara de Mayra.

—Hacete ortear vos, virgen— insultó, alzando la voz porque la música nos dejaba sordos a todos.

En realidad, casi todos estábamos en pedo, algunos más sobrios que otros, obviamente. En unos pocos minutos teníamos que partir hacia el boliche y yo me encargaba de uno de los bombos, había que musicalizar como sea el camino de diez minutos hasta allá. Le tenía que hacer caso a mi amiga y dejar de tomar, no tenía ganas de caldear y al otro día caer al colegio como un muerto.

Nosotros hicimos absolutamente todo distinto, porque se supone que el UPD se hace entre el curso, pero el mío en vez de usar todas sus neuronas, decidió que la mejor idea era celebrarlo con otros colegios que, de la mayoría, yo no tengo conocimiento de dónde mierda salieron. Me puse a investigar con qué carajos nos íbamos a encontrar y ya fiché a unas cuantas chicas. Vendrán cosas peores.

Quedaba una última botella de Skyy, y pasaba persona por persona para hacer una última cascada, pero yo no me podía arriesgar a quedar en un coma etílico. Me llamaba la atención, no lo niego.

—No, pete, la voy a malviajar— insistí, aunque Lautaro no paraba en decirme que era la última de la noche.

—Mirá si le vas a hacer caso a la boluda de Mayra, tomaste mucho más y estuviste mejor que nunca— recordó, con la botella de alcohol en la mano. Tendríamos que estar preparándonos para salir, todos estaban agarrando unas cuantas botellas para hacer el viajero.—. Si veo que estás por vomitar, te agarro los bombos y te dejamos tirado así caldeás tranqui.

—Sos tan compañero vos— halagué bromista.

—¿Shot?

Ahí me convenció.

Agarré un vaso a escondidas de Mayra, ya que estaba agarrando sus cosas, y lo llené con un poco de vodka para hacer fondito. Lautaro me felicitó y ahora sí, salimos de la casa de Mayra hasta el boliche.

El bombo no pesaba tanto, y con los pibes le estábamos agarrando el ritmo porque sino se cagaban de aburrimiento. Lautaro iba gritando y saltando por doquier con los demás, Mayra se encargaba de capturar todo con su celular porque pensaban hacer un video para nuestra cuenta de la camada. Tenía la sensación de que iba a terminar totalmente aturdido y que mis tímpanos iban a quedar adoloridos.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now