24. Las voces femeninas.

1.1K 64 25
                                    

Mateo

—A veces, sos bastante pelotudo— me dijo Mayra cuando terminé de hablar. Hace días que nuestro tema de conversación era el mismo.

Suspiré con bronca, sin ninguna posibilidad de poder quejarme porque tenía razón.

—Mayra tiene razón— acertó Lautaro, soltando su lapicera sobre la mesa.—. Franccesca no tiene la culpa de lo que haya dicho su hermano, no le podés decir que querés que se termine todo sólo porque Maximiliano se enteró que cagaste a piñas a alguien. Estás mezclando todo— reconoció ahora pasándole la hoja a la morocha.

—Me tiene harto Maximiliano, boludo— insistí con lo mismo.—. Y me harté de que esté todo el tiempo en el medio...

—Es su papá— interrumpió Mayra.—. Y si no querías que tu profesor de matemática sea tu suegro, te hubieses buscado a otra mina. Fran no tiene la culpa de ser su hija, no lo eligió— recordó mirándome a los ojos para después continuar escribiendo.

Estaban haciendo su trabajo de matemática.

Habían pasado varios días de que hablé por última vez con Franccesca, más bien, una semana. Y me encontraba un poco arrepentido, en el momento pensé con todo el enojo que tenía encima y eso me llevó a no tener la mejor de las reacciones. Pasaron pocas cosas en esos mismos días, y me di cuenta de lo aburrida que es mi vida si no hablo con ella. Por más que a mis viejos ya se les había pasado el enojo, las ganas de morir seguían persistiendo; una solución y una contra, como siempre.

—¿Y qué le voy a hacer? Ya está— alcé los hombros desganado.

—Te conocés y sabes que vas a estar del orto hasta que vuelvan, te cagaste vos solo— reconoció nuevamente Mayra.

—Bueno, loco, ya entendí— solté quejoso.

Me levanté de la mesa y fui a la cocina a chequear si las pizzas ya estaban listas, pero todavía les faltaban un poco más de horno. Me apoyé en la mesada y saqué mi celular para responderle a mi vieja, quien me preguntaba si seguía con mis amigos, luego le respondí mensajes a Pedro, quien me estaba invitando a jugar un partidito más noche con los pibes.

Se me hacía raro ver el chat de Franccesca bastante abajo, al borde de que no se vea en pantalla. Los últimos mensajes eran míos, en donde le pedía disculpas por la manera en la que reaccioné, porque sé que, sea la decisión que sea, ella no hubiese tomado la misma postura para decirlo. Pero no me contestó, y no tenía la esperanza de que lo haga. Menos si fue hace como una semana.

Estaba sobrellevando una semana complicada. No había un día bueno.

—No te hagas la cabeza— acotó Mayra, apareciendo en la cocina con su vaso en la mano.—. No creas que no nos damos cuenta de lo mal que la estás pasando, pero es una decisión que salió de tu boca— recordó mientras abría la heladera con confianza para buscar más agua. Estábamos en la casa de Lautaro, y teníamos confianza para todo.

—Ya lo sé, boluda, y me quiero matar— insistí pasando mis manos por mi nuca.—. Odio acordarme de lo mal que la pasó cuando me escuchaba— aclaré mirándola de reojo.

—Bueno, no te preocupes. Ya lo van a hablar— me dijo confiada, sirviéndose más agua.—. Por lo menos sabemos que está todo solucionado y que hay fiesta de egresados.

—No me importa eso, May, quiero verla— negué y la morocha dejó ese mismo vaso de agua para mirarme rendida.

—No sabés lo que querés.

—¿Cómo que no?— fruncí el ceño.

—Ella te lo dejó re claro— alzó sus hombros, demostrando que no me mentía.—. Te dijo de entrada que te estabas metiendo en un terreno peligroso y vos lo aceptaste, y hace una semana atrás dijiste que ya no lo aguantabas. No tenés memoria— reconoció, haciendo que frunza más el ceño.

cicuta; trueno.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant