26. No tiene la cura, la tiene tu amor.

1.1K 61 10
                                    

Franccesca

Apagué la alarma, o más bien la ignoré, y me acomodé contra la almohada para seguir durmiendo. Ya la pospuse como tres veces, y estaba segura de que iba a seguir haciéndolo por lo que resta del día, no quería ir al colegio.

Escuché golpes en la puerta y también los ignoré, sabía que era mi mamá.

—Franu, hija, vas a llegar tarde y tu papá te está esperando— avisó mi progenitora, entrando directo a la habitación y encendiendo el velador. Yo decidí ocultarme debajo de las sábanas.

—No quiero ir— pedí sin siquiera mantener los ojos abiertos por cinco segundos.

—¿Por qué? ¿Te sentís mal?— preguntó preocupada y sentándose en la cama. Acto seguido, bajó las frazadas de mi cabeza y me toqueteó la frente, pero estaba normal.— Fiebre no tenés, ¿pasa algo?

—No tengo ganas de ir hoy, ma— repetí, ahora sí abriendo medio ojo.—. Hace mucho frío y me acosté re tarde, dejame faltar un día— exigí y ella no me miró muy convencida de mi idea.

—Si faltás vos, también lo tengo que dejar faltar a tu hermano, y vos sabés que, si es por él, falta todos los días— recordó, poniendo una de sus manos sobre mi rostro.

—Por un día...— supliqué.

—Bueno, pero se lo decís vos a tu papá, ¿eh?— avisó con seriedad y yo asentí.

Se retiró de mi habitación y yo sí o sí tenía que levantarme para ir a decírselo a mi viejo, era obvio que me lo pidió porque a ellos no les gusta que falte por faltar, mucho menos a él. Me refregué toda la cara, me coloqué nuevamente mis medias largas y salí echando un bostezo atrás de otro; vi a mi papá tomando sus últimas gotas de café mientras corregía unas cosas sobre la mesa.

—Buen día, pa— le sonreí mediante me acercaba con saludarlo con un beso en la mejilla.

—Hola, mi amor—me sonrió él también mientras me daba un breve abrazo.—. ¿No te cambiaste todavía? Mirá que en cinco minutos saco el auto— advirtió, volviendo a poner la vista sobre las hojas cuadriculadas.

—No voy a ir— avisé, sentándome en frente de él.

—¿Por qué?— preguntó, aún sin verme.

—No tengo ganas y hoy toman puros recuperatorios, es al pedo que vaya— excusé alzando los hombros, y me sorprendió la reacción tan pacífica que obtuve a cambio.

—Bueno, mi vida. Quedate descansando— accedió regalándome otra sonrisa.

Bastante confundida, fruncí el ceño, causando risas en él.

—¿Por qué tan accesible?— interrogué luego de echar otro bostezo, no veía la hora de volver a la cama.

—No sé, me levanté de buen humor— admitió, comenzando a guardar todos esos papeles en la increíble carpeta amarilla.—. Hoy tomo examen en quinto, y ya no sé qué puedo esperar de Mateo— reconoció y escuchar su nombre ya me hizo amargar el día.

—¿Esperar en qué sentido?

—Sus pruebas van en acenso, espero que se equilibre con esta— deseó con franqueza. Asentí para darle esperanza de que iba a ir todo bien, cuando en realidad sabía que eso no pasará.—. ¿Vos cómo estás, hija?

—Subsistiendo, como siempre— contesté sincera.

—¿Seguís peleada con Francisco?— interrogó y eso hizo que despegue la vista del piso para mirarlo directamente a mi progenitor.

—Sí, lamentablemente— respondí añadiendo un suspiro pesado.—. Ya lo solucionaremos, pero por el momento es mejor tener mi espacio— expliqué.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now