17. Padre e hija.

1.3K 66 14
                                    

Mateo

Dos meses de empezar el colegio, la vida me grita que me mate.

Me acababa de despertar de la hora de historia, sé que estábamos viendo algo de la crisis del 2001, pero mi cabeza se desconectó apenas me acosté sobre Mayra.

—¿Qué hora es?— le pregunté a mi amiga, sacándome la campera de encima de mi cuerpo. Ella levantó su celular y me mostró la hora desde ahí: doce del medio día.

¿Había dormido una hora y media?

Me rasqué los ojos y me fijé en mi celular si había algo nuevo, pero nada. Ni una notificación.

Ya había intercambiado algunos mensajes con Fran, pero fueron mínimos y los necesarios como para empezar el día. No hablábamos desde las ocho de la mañana, por eso el aburrimiento me ganó y me dormí.

—Mirá que en media hora nos vamos— avisó Lautaro, dándose vuelta a mirarme. Yo asentí y le robé agua a Mayra.

—¿Con quién tenemos ahora?

—Con Maxi, boludo. Aprendete el horario— criticó Mayra.

Desde que mi vieja habló con el profesor, estaba más imbancable que nunca. No me deja dormir, no me deja hablar y, por sobre todo, no me deja comer. Lo que siempre hago si no estoy durmiendo.

Tenía que estar como momia viendo el pizarrón, o de lo contrario, me iba a llevar a dirección. La misma amenaza de siempre, y yo no me banco más a Fausto y su cara de orto.

—Que sea viernes rápido— me quejé tirando mi cabeza al banco.

—No, me pone ansiosa— negó Mayra.

El viernes es su cumpleaños y hace joda en una quinta. La vida es un poquito mejor solo por eso.

Nosotros ya la ayudamos a comprar todo el escabio que faltaba, llevamos como quince botellas de cada cosa, se había ido todo un sueldo en una tarde. La mamá le dio toda la plata necesaria porque casi nunca festejó su cumpleaños, como ahora agrandó su círculo social, Lautaro y yo le insistimos para que haga joda.

Sí, muy mala influencia, pero trae buenos resultados.

Teníamos distintas tareas entre los tres: Mayra se encargó de comprar y de arreglar la quinta, que de pedo se la prestó un familiar; Lautaro se encargó de armar una playlist que dure, mínimo, seis horas, así que metió de todo un poco bajo la aprobación de la cumpleañera; y yo, obviamente, me encargué de los invitados.

Por mi culpa es que va a venir medio mundo, lo asumo, pero Mayra en ningún momento me dijo que no invite a alguien. Todo me lo chequeó ella.

Entre esos invitados estaba todo quinto año del suda —o los que les caían bien a Mayra—, todo nuestro curso, y algunos randoms de otros colegios que conocí el día del UPD. A eso se le sumaban las primas, algunas amigas aparte del colegio y gente que a ella le cayó bien que conoció en el UPD.

De la nada, todos nos conocemos con todos.

—Ella ya va a tener sus 17– bromeé tirándome otra vez sobre el cuerpo de Mayra para abrazarla, ella se rió.

Con Lautaro ya le compramos el regalo, unas zapatillas que Mayra quería hace bastante tiempo luego de que las vio en la tienda de un shopping. Nos dejamos todos los ahorros, puede ser, pero es imposible que alguien le regale algo igual a eso, si nosotros éramos los únicos que lo sabíamos.

—¿Ya tenés todo listo, DJ?— le preguntó la morocho a nuestro amigo, y él asintió.

—Muy listo— afirmó.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now