16. Me re gustás.

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Mateo

Hice que Franccesca pase a casa y, por el silencio, me di cuenta que no había nadie.

—Hay veces que pienso que vivís solo— admitió y yo cerré la puerta con mi pie.

—Ojalá.

Pasamos a mi habitación, me fijé bien porque me parecía raro que no haya nadie. Le dije a Franccesca que me espere y fui para la habitación de mis viejos, en donde estaba mi mamá leyendo un libro.

Se me frenó el corazón.

Ella se bajó los anteojos de lectura y me miró de arriba a abajo.

—¿No ibas a ir a lo de Laura?— pregunté, nombrando a mi tía.

—Hola, ¿no?— reaccionó de mala manera.— A las seis te dije que iba a ir, recién son las cinco. En quince minutos me voy— avisó, haciendo que ruede los ojos. Qué situación tan incómoda, me quiero matar.—. ¿Por qué?— frunció el ceño.

—Acabo de venir con Fran— susurré.

Mi mamá quedó perpleja.

—¿Está acá?

—Sí, pero no hagas boludeces— pedí, casi poniéndome de rodillas a la cama.

—Es la primera vez que traés una chica formalmente a casa— explicó su emoción. La verdad no es esa, la verdad es que traje a más de una para otra cosa, sólo que ella no se enteró. Pero le di la razón con tal de que no piense otra cosa.

—No le digas nada sobre Maximiliano, ni de la prueba. Hacé como que no te dije nada.

—Silencio de entierro— prometió, cerrando su boca de un lado a otro como bragueta.

Suspiré y, finalmente, volví a mi habitación.

Ella estaba usando su celular sentada en mi cama, seguro para avisarle a su vieja que llegó a la casa de su amiga.

—Le voy a avisar a Delfina— dijo mirándome a los ojos.—. No quiero meterla en líos, por lo menos para que lo sepa.

Mientras ella le avisaba a su amiga, yo me paré frente al espejo para acomodarme el pelo. Me lo había lavado y, sin embargo, estaba descontrolado, odio no sentirme fachero por culpa de mi pelo. Estaba a nada de raparme de vuelta, me cansé de darle quinientas millones de formas y que ninguna me guste.

Estoy en la misma que vos...— escuché del altavoz del celular de Fran. Delfina le había mandado un audio, respondiéndole el mensaje.—...Te cubro, tranqui. Yo me estoy yendo a la casa de un pibe a coger, y les dije que me iba a tu casa. Entre pelotudas nos tapamos las cagadas— terminé de escuchar.

—Muy buena coordinación— halagué sarcástico, Franccesca me miró mal.

Le respondió ese audio y guardó el celular.

—Está mi vieja al final— murmuré, volviendo a pararme frente a la de rulos.

—Ah, no pasa nada— alzó los hombros.

Acto seguido, se escuchó un golpe en la puerta, de ahí supuse que era mi mamá. Tragué en seco y, con pánico en todo mi cuerpo, abrí la puerta. Admito que me da vergüenza ver esta situación y quería salir corriendo lo antes posible, pero no la podía dejar a la de rulos sola, sería un hijo de puta.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now