E. Nankurunaisa.

980 58 36
                                    

Mateo

—No, pelotudo, es obvio que ellas tienen un +4— murmuró Lautaro cuando le señalé la carta que le quería tirar a nuestras contrincantes.

—¡Confiá en mi, Lautaro!— pedí, ya entrando en demencia.

Él bufó y yo tiré la carta +2, totalmente confiado.

Delfina la miró a Franccesca y, cuando ella le dio el permiso, la castaña tiró el +4.

—¡Tomá, boludito!— me festejó a la cara Delfina.

—¡Sos un pelotudo!— repitió Lautaro.

—¡Se re cartearon!— me quejé y escuché la risa de mi novia.— La concha de la lora, loco— volví a quejarme, esta vez chequeando cuántas cartas tenía que agarrar.

—Cambiamos de color a verde— avisó Franccesca, sólo le quedaban dos cartas.

—Ocho cartas, idiota— se mordió el labio inferior Lautaro.

—Ahora remontamos— aseguré.

Pero no, esas dos cartas que tenían ellas bastaron para terminarnos de ganar. Un bloqueo y una carta normal.

—No juego más con vos, sos un estúpido— me reprochó, soltando las cartas sobre la mesa.

—¡May!— la llamó Delfina a nuestra amiga, quien se encontraba en la pileta.— ¡¿Tenés botiquín?! ¡Se tienen que pasar una pomada por el culo...!

—¡¿Qué decís?!— la interrumpí, haciendo montón con la mano.— Resentida del orto, tres partidas les ganamos...

—A llorar al campito— me interrumpió ella también, haciendo el gestito con la mano.

Entonces la miré a Franccesca para que me defienda.

Ella agarró el mate y tomó de él, demostrando estar del lado de Delfina sin siquiera decir algo.

No lo puedo creer.

—Chau, qué vergüenza— dijo Lautaro, parándose de la silla.

Y cuando mi amigo entró a la quinta para seguir puteando a medio Dios, Delfina lo seguía descansando mientras lo seguía. A esta mina no le importa ni la amistad ni el chamuyo, ella con tal de ganar iba a hacer todo.

Yo, por mi parte, le hice una seña a Franccesca para que se siente en mis piernas como siempre, y ella no tardó mucho en venir conmigo.

Hace mínimo una semana estamos instalados con Lautaro en la quinta de Mayra, y hoy, sábado, habían venido Franccesca, Delfina y los pibes para pasar la noche con nosotros, había espacio suficiente para todos. Así como dije antes, Mayra estaba en la pileta junto a Pedro, con quien venía hablando hace rato y se los notaba muy serios, como si estuviesen solucionando o peleando por algo. Casi que ni se los escuchaba, hablaban bajísimo. Pero se notaba a lo lejos que él estaba con intenciones de volver con ella, aunque Mayra no tanto.

Mientras tanto, el resto de los chicos estaban haciendo jueguitos con la pelota. Acababan de salir de la pileta y, como no había sol fuerte para poder secarse, simplemente jugaban.

—Son re tramposas, estoy segurísimo que se cartearon— insistí mientras mi novia se tomaba otro mate.

—Sos un mal perdedor— acotó ella, mirándome de reojo.

—¿Qué mal perdedor?— volví a hacer montón con la mano.

—Si hubieses seguido los consejos de Lautaro...— supuso, ahora cebando otro mate para pasármelo.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now