46. Principio del fin.

708 56 11
                                    

Mateo

—Nada me da más depresión que mirar ese pasillo de vuelta— acoté, y Lautaro asintió para darme la razón. Es más, ver a todos abrigados en el mismo patio de siempre, era más depresión todavía; que sea de noche siendo las siete y veinte de la mañana, era para tirarse por la ventana.—. ¡La puta madre, me quiero matar!— reiteré, tapándome el rostro con la capucha.

—Pensá que la semana que viene hay joda de Enzo— opinó para levantarme el ánimo.

—Odio la vuelta a clases, y más en invierno— murmuré.

A lo lejos, vimos que Mayra veía casi corriendo para no llegar tarde, pero nunca se dejaba volar el flequillo. Todavía no puedo creer que no se le haya cruzado por la cabeza volverse a mandar una cagada en el pelo. 

—No me sonó la alarma— dijo luego de saludarnos a ambos con un beso en la mejilla.

—Cómo me quemaste en el perfil, hija de puta— se quejó Lautaro, haciéndome reír.

—Tuviste seiscientos likes, idiota, agradeceme mejor— pidió ofendida y sentándose en medio de los dos.—. Vamos a subir dos perfiles por semana, lo tenemos que hacer antes de la fiesta de egresados...

—La fiesta es en, literalmente, tres meses, May— recordé, sorprendido de que se  tome tanto tiempo de anticipación.

—Pero un mes antes vamos a hacer otros juegos... Tengo todo controlado— explicó muy por arriba, para después sacar su celular.—. Ahora vamos a organizar  con las chicas qué preguntas van a haber en el ping pong...

—¿Otro más?— interrumpió Lautaro.

—Post Bariloche, boludito— dijo obvia, como si para nosotros fuese tan normal que hayan tantas pelotudeces en una cuenta de promo.—. Y quiero que sepas que también vas a ser el primero— advirtió.

—Si, si, tu vieja— le contestó él.

—Y vos el próximo perfil.

—¿Yo? ¿Por qué?— fruncí el ceño.

—Porque sos el que más piden todos— me contestó.

Nos interrumpió el timbre para que subamos a las aulas.

—Me lo van a agradecer mucho— nos sonrió a los dos, y extendió ambas manos para ayudarnos a pararnos.

Nos miramos con Lautaro y nos dijimos telepáticamente cómo íbamos a descansarnos por el resto del año escolar.

Subimos y apenas llegamos a nuestros bancos, los tres nos tiramos a dormir. No tenía ni idea qué materia teníamos ahora, pero no iba a hacer que yo no tome mi siesta.

No tuve más noticias de Franccesca, de vez en cuando me contestaba algún mensaje, pero nada más. Sabía que no había dicho ni hecho nada sobre lo que pasó en la joda de Lautaro, porque por algo aún no tenía su celular; a no ser que a su papá le haya pintado en serio la loquera.

—¿Con quién tenemos ahora?— les pregunté a mis amigos.

—Maxi— informó Mayra.

—La concha de la lora— bufé, apoyando mi frente contra la mesa.

—¿Pasó algo más con Franccesca?— interrogó nuevamente la morocha, pero yo negué.

—Sigue castigada— lamenté, a lo que Mayra suspiró.

—Tenés que admitir que la metiste en un re lío— me dijo Lautaro.

—Claro, porque vos con Delfina no, ¿no?— cuestioné.

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now