34. Mal agüero.

1K 59 60
                                    

Franccesca

Pasé mis manos por toda mi cara para recibir el menor rayo de luz posible, me dolía todo y el estómago estaba por estallarme de los revoltijos que recibía. Al instante que reconocí estar en la habitación de Mateo, me senté en la cama y traté de que dolores se calmen lo antes posible, me quería ir a la mierda.

Él seguía durmiendo, pero eso no me iba a impedir agarrar mis cosas y desaparecer.

Me senté al borde de la cama y respiré hondo, vi mi ropa en el escritorio y me di cuenta que era la única que tenía. Fui a agarrar mi celular y estaba sin batería, me quiero morir. Mi vieja me va a matar y a mi viejo ya le dieron tres infartos.

Decidí ponerme unicamente la pollera ya que seguía siendo del colegio, me saqué el remerón de Mateo y me dejé el buzo que me prestó. No sé en qué momento pise su casa, y prefiero no saberlo. Justo cuando estaba terminando de atarme los cordones de mis zapatillas, escuché la voz de Mateo.

-¿Ya te vas, gorda?

Asentí sin ganas y me hice una colita alta lo más rápido que pude.

-Te aviso cuando llego- dije, guardando mis cosas en la mochila.

-Ey, pará...- habló, sentándose en la cama y llamando mi atención.

-Mis viejos seguro están preocupados- reconocí, mirándolo de reojo y dándole a entender que no podía perder más tiempo.

-Son cinco minutos, amor- insistió.

Suspiré y solté la mochila en el escritorio.

-¿Qué pasa?- consulté mientras me cruzaba de brazos. El morocho se levantó y se acercó a donde yo estaba.

-¿Qué te pasa a vos?- invirtió la pregunta.- Ayer terminamos lo más bien y ahora me corrés la cara como si nada, Fran- recordó, mirándome a los ojos.

Por segunda vez suspiré y tragué en seco, odio que tenga esa costumbre de hacerse el boludo con los problemas que tenemos.

-Y el númerito que me hiciste ayer en la entrada de Niceto no cuenta, ¿no?- reí irónica, Mateo bufó.

-¿Otra vez con eso...?

-Sí, otra vez- interrumpí de mala manera.-. Vos me preguntás y yo te respondo- accedí, ahora sí agarrando la mochila para irme.

Pero él no me dejó escapar tan fácil, su mano actuó rápido y se interpuso en mi camino.

-De acá no te vas hasta que terminemos de hablar- ordenó, volviéndome a poner en el mismo lugar de antes: apoyada en el escritorio.-. Tranquilamente, me pude haber ido de Niceto y dejarte sola y quebrando porque estaba bastante enojado por todas las cosas que me dijiste, pero no lo hice y te ayudé hasta el último segundo. Lo mínimo que merezco, es que me escuches- acotó sin quitarme la mirada de encima.-. Estoy hasta las pelotas de discutir por la misma huevada de siempre, que tengo que aceptar que vos seas amiga de Santiago... ¿y si no lo quiero aceptar?- interrogó.

-Te jodés...

-¿Y si lo quiero cagar a bifes porque le anda tirando sonrisitas a mi novia?- me interrumpió nuevamente para que no lo contradiga.- A ese mamarracho le va a quedar mi nombre de trauma si me sigue buscando, mambo de él si quedó dolido porque no le diste la bola que a mí si. ¿O te olvidás que desde marzo me viene plantando cara?- frunció el ceño, provocando que el revoltijo de mí estómago sea cada vez más grande.- Solito ese perro no ladra, ¿no? Pero si va acompañado se cree pitbull, y a mí no me cabe ni ahí que se te haga el guapo en frente mío, ¿lo entendés o no lo entendés?

cicuta; trueno.Where stories live. Discover now