12. La luna nos guía.

1.5K 67 26
                                    

Franccesca

—¿Qué somos, Fran?

Me bloqueó la mente por completo.

Esa pregunta me la había hecho miles de veces yo sola, pero nunca la planteé por pura inseguridad de si ya estaba adelantándome demasiado. Yo siempre fui bastante cagona para todo, Mateo me hizo soltarme más porque su personalidad influía sobre la mía; nunca pensé que iba a sentir tantas cosas por alguien que, claramente, es una mala influencia en el buen sentido.

Me levanté de encima de su cuerpo y me acomodé de tal modo que lo pueda mirar mejor.

—¿A vos te gustaría que seamos algo?— preguntó, otra vez ganándome de antemano.

No sabía cómo decir que sí, no tenía la mente muy estable para formular una respuesta que realmente exprese que sí quiero.

—¿Algo como qué?— insistí.

—Y... No sé— me contestó haciéndose el misterioso, ya lo conocía bastante.—. Yo no sé qué es lo que a vos te pasa, ni si yo tengo el mismo lugar en tu vida como vos lo tenés en la mía, pero lo que sí sé es que me tenés hasta las manos muy heavy— argumentó, y me erizaba la piel ver cómo me lo decía sin correr la mirada.

Me sorprende cómo alguien puede ir tan de frente. Me encantaba que Mateo demuestre saber lo que quería, no había nada más atractivo que eso.

—A mí me re gustás, Mateo— admití después de unos segundos.—. Me hacés cagar de risa, me tratás como una muñequita de cristal, y me re subís los ánimos siempre.

—Pero...— determinó para que continúe.

—No, no hay un pero— negué con mi cabeza.—. Estaríamos empezando bastante bien si vamos encaminados a ser algo— dije siendo sincera, a él se le escapó una sonrisa que no se veía para nada programada.

—¿Lo puedo tomar como un sí?— consultó.

—Tomalo como quieras, pero que sea positivo— le respondí. Mateo se burló de mi respuesta, rodando sus ojos por el aire.

Es como si resolver esa duda que provenía de mi cabeza, me hubiese sacado un gran peso de encima.

Me queda la conciencia tranquila saber que, por fin, alguien me demostraba que no era la única que sentía cosas por el otro. De igual manera, él siempre me hizo saber que todo lo que él decía era real; es muy transparente con todo el revoltijo de sentimientos que tiene, como cuando está de mal humor por algo, o cuando brotaba tanta felicidad.

—Bueno, ya me resolviste un problema, estás para psicóloga— me felicitó estrechando su mano con la mía.

—Qué actor sos, eh— reí volviéndome a recostar en su cuerpo. Estaba bastante cómoda antes, por suerte volví a encontrar esa comodidad.

Saqué mi celular sólo para ver si tenía mensaje de alguien, y efectivamente, tenía de mi viejo. Me preguntaba si ya estaba con mi amiga porque nunca le avisé que había llegado a "su casa", le metí esa excusa y por las dudas le avisé a Delfina. No la quería comprometer sin avisarle.

—¿Por qué me tenés agendado re feo?— se quejó Mateo, haciendo que frunza el ceño. ¿En qué momento vio su contacto si entre rapidísimo al chat con mi viejo?

—No sé cómo agendarte— me justifiqué, ahora yendo a editar el contacto del morocho.—. ¿Vos cómo me tenés agendada?

—Como franui— respondió. Está en cada detalle boludo.—. No pongas mateo, me re dolió— acotó expresándose con mala cara.

cicuta; trueno.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt