50. Bienvenidos a Chernobyl.

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Franccesca estaba harta de estar en la cama, pero no veía haciendo otra cosa que vivir debajo de sus sábanas, en media hora tenía que estar lista para que su papá la lleve al colegio, pero ni siquiera había cambiado la posición en la que apenas despertó.

Miró de reojo su celular, hace horas no lo tocaba, si era sincera, hace más de medio día. Desde que habló con Mateo, se le hacía muy difícil usarlo, todo le recordaba a él. Ya habían pasado bastantes días de que sucedió todo, pero ella seguía afectada. Se sentó en su cama y se refregó los ojos para mantenerse despierta, ansiaba poder desayunar algo; tampoco comía, se le cerraba el estómago sin previo aviso y por eso era que no estaba en la mayoría de los almuerzos o cenas.

Esa era una excusa viable, pero el verdadero motivo era que su papá seguía igual de enojado que el primer día. Ya no le dirigía la palabra, ya no la miraba si quiera, tampoco le demostraba un mínimo de atención. Ahora toda esa atención recaía en el hermano, la única que no estaba e acuerdo con este distanciamiento, era su mamá.

Quien escuchaba todos los lamentos de la adolescente era Delfina, ella vivía preocupada por el estado en el que estaba su amiga. Se daba cuenta por el muy bajo desempeño que llevaba adelante Franccesca, el cual para ella era irremontable.

Franccesca decidió agarrar el celular sólo para contestarle los últimos mensajes a su mejor amiga, le había preguntado si esta vez iba a ir al colegio, cosa que afirmó. Sí, también había faltado los últimos dos días al colegio, y no porque ella quiera, sino porque sentía mucho cansancio por todos lados. Maximiliano ni se preocupaba por cómo estaba. Hablando de él, se había tomado licencia del Nacional por lo último sucedido con Mateo, y ahora estaba trabajando como profesor particular en su propia casa, cobraba bien, pero no era lo que le gustaba.

Mientras tanto, Mateo ya se encontraba desayunando con la noticia de que Enzo iba a hacer una joda en su casa ese mismo fin de semana. Nunca una noticia lo había alegrado tanto, desde el cumpleaños de Lautaro —del que poco se acuerda— que no salía.

—¿Y quiénes van a ir?— preguntó la mamá del morocho. Era la típica pregunta que hacía Juliana cada vez que había una joda nueva.

—Los de siempre menos Lautaro, sigue mal del pie— lamentó Mateo, terminándose las últimas dos gotas de su café. Su amigo Lautaro había sufrido un esguince tras el partido "amistoso" con los del sudamericano, aún le quedaba una semana más para que se recupere por completo.—. Capaz que aparece una mina del suda, pero tampoco la pavada— añadió a la pregunta de su mamá mientras le contestaba los mensajes a sus amigos.

—¿Y pensás que puede llegar a ir ella?

Para su mamá, el tema de Franccesca nunca había terminado. Ella está convencida en que ambos van a remediar todos los problemas hablando como corresponde y no por mensaje.

—Ni idea— alzó los hombros, desinteresado. Y la verdad que era mentira, tenía muchas ganas de verla por mucho que lo esquive, se hacía el que le resbalaba todo cuando bien sabe que ella es su mayor pensamiento todas las noches.

Franccesca fue a prepararse su desayuno y su mamá no podía creer que por fin volvía al colegio, le angustiaba mucho verla así. La de rulos sentía cada vez un vacío más grande al recordar lo mal que lo trató la última vez, nunca fue su intención, pero ese momento de bronca y decepción no lo pudo manejar tan fácil. Luego de prepararse una tostada y cargarla de queso untable y mermelada de frutos rojos, se fue a sentar en la mesa y comió en silencio; la acompañaba sólo su taza de té.

No le importaba estar perdiendo el tiempo, quería ser paciente para todo. Su mamá justo había aparecido de vuelta para hacerle compañía mientras desayunaba.

cicuta; trueno.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt