CALLEJON DE LUCHA.

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El días mas frio en lo que iba de primavera se convertía en un silencio amodorrante que se extendía sobre las grande y cuadradas casas que el trio dejaba atrás. Edificios de empresas manufactureras, negocios de comida, ropa o demás se encontraban sus ventanales cubiertos de una delgada capa de frio siendo empañados por estos. Al igual, los coches que estaban aparcados a los lados de las ceras, normalmente relucientes, estaban por igual empañados de esa delgada capa de frio.

Las extensiones de césped que salían de la tierra adornando los arboles alrededor de las calles apenas se encontraban en pleno crecimiento dejando ver mucho de ese color café propio de la tierra.

Dichas calles se encontraban en su punto tranquilo pues la hora de entrada de muchos trabajos ya había pasado. Simplemente se llegaban a encontrar uno que otro grupo de tres, dupla de dos personas o incluso una sola que sale por algo de desayunar dejando solamente a nuestro trio en particular, disfrutes de la amplitud de la calle.

Y de entre todas estas personas, solamente un miembro de aquel trio nos interesaba. Un muchacho que se encontraba caminando detrás del par de adultos delante de él.

Una hermosa mujer de cabello blanco y cuerpo bien trabajado con un par de particulares extensiones en su cuerpo debido a su naturaleza.

Unas orejas y una esponjosa cola.

Izuku no podría decir con certeza si esa sensación palpitante en su pecho es emoción o curiosidad. Ya desde anoche no había sabido responder a ese deseo en su interior.

Él quería apretar la cola de Miruko.

Estaba hipnotizado de cierta forma. Claro, no era de forma morbosa como muchos se pensarían debido a «Temprana adolescencia» por ende, curiosidad adulta. Mas que nada, su propia naturaleza controlaba estos impulsos convirtiéndose en la posible envidia de muchos pues pocos pueden tener tanto control sobre sus pensamientos, aunque, naturalmente al ignorar todo sentimiento romántico, casi extinguiéndolo de su mente lo hace inmune a la morbosidad.

Ese es Midoriya Izuku. Un chico que cree que apretando la cola de su susodicha encargada podría llegar a concederle un deseo.

Quizás, si tan solo quizás lograra darle un buen apretón puede que todos sus deseos fueran cumplidos. Era justamente así como pensaba cada vez que sus ojos se movían como péndulo en búsqueda de la cola esponjosa de color blanco como la nieve.

Tan cerca, tan sencillamente cerca. Solamente tenia que extender su brazo, abrir su puño y mover sus dedos como el oleaje del mar siendo guiado por la madre tierra.

»El edén...

Sus ojos se abrieron en la oscuridad de su mascara. La luz verdosa apareció y todos sus músculos se tensaron. El tiempo se volvió uno consigo mismo y entonces todo parecía convertirse en un remolino donde la cola de Miruko era el centro y todo lo demás era la mano de izuku que solamente tenía ese destino.

*Fuwa*

―¿Ah...?

Mano extendía y agarre firme. Mirada temblorosa y ojos llorosos.

El miedo brota a partir de ojos inocentes.

Miruko como Kuroiwa se dan la vuelta encontrándose con un izuku que sostenía accidentalmente lo que parecían ser dos esponjosas bolas en la cabeza de una pequeña niña que había salido de un negocio de ropa junto a su madre. Siento esta, la que corto el paso del chico y accidentalmente se cruzo en el agarre de izuku.

La niña e izuku cruzaron miradas. Los ojos negros de la niña intentaban vislumbrar en aquella oscuridad sin embargo el miedo de la inocencia le gano y las lagrimas comenzaron a brotar sin reparo. Los jadeos de la niña rápidamente llamaron la atención de la madre quien bajo su mirada para encontrarse a un extraño sosteniendo las bolas esponjosas de la cabeza de su hija. Y aun mas impactante era el aspecto aterrador de este chico pues solo esos orificios oscuros eran suficiente para producirle una mala sensación.

Decay:KING OF VILLAINSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora