AQUEL QUE DA Y RECIBE.

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El cielo en el ocaso se aproxima al igual que el aleteo de las aves hacia los cielos moribundos.

Sobre las copas de los árboles de hojas anaranjadas las mismas aves surcan y cantan una despedida a su antiguo hogar.

Es justo en los horizontes de aquel bosque una colina se ensancha por toda la vista, pues debajo de aquellos lares una pequeña cabaña construida a las orillas de una ladera yace vacía. Cerca de dicha cabaña un rio continúa descendiendo por aquella ladera hasta llegar a lo que parece ser un desnivel en aquel bosque.

—¡Te estas quedando atrás, Rumián! —tras los aleteos de las aves la voz de un hombre mayor resonaba en las laderas—. ¿Cómo vas a seguir a los demás cuando vayan de caza?

—¿Esa es tu ambición para mí? ¿Qué los siga...? Pensé que esas prácticas ya eran algo viejas para nosotros.

—Las cosas han cambiado en las últimas generaciones hija mía. Pero no por eso hemos de olvidar lo que llevamos cargando heredado de nuestros antepasados. ¿Qué diría tu abuelo si escuchara esa duda venir de ti?

—El abuelo estaría orgulloso. Él siempre quiso abolir estas viejas costumbres.

—Jajaja~ lo admito. Posiblemente eso diría tu abuelo, pero no fue hasta sus últimos días que respeto esta tradición al pie de la letra. Como todos nosotros aquí.

—Las respeto por que no le quedo de otra. Además, ¿Qué importa? Soy mejor que los demás. Les ganare y los vere morder el polvo mientras yo sigo adelante. Pero para eso necesitare un buen rifle.

Entre las raíces de los árboles sobresalientes las pisadas de un hombre adulto iban seguidas de las de una joven chica. Justo por delante de ellos pequeñas mesetas de arbustos invadían el espacio entre los tallos de los árboles. El camino de tierra marcado por lo que vendrían a ser pisadas de personas marcaban un sendero hacia la cima.

—Llevas hablando una eternidad de este paseo hija, ¿Por qué quieres venir aquí?

—¡Por el árbol! —respondió la joven chica.

—¿Qué árbol? —pregunto el padre confuso.

—El manzano padre. Quiero ver si al fin ha madurado como madre había comentado —la cabellera larga y oscura de aquella chica se sacudía con el viento que se colaba entre las copas de los árboles—. Han pasado varios años desde entonces. Quiero creer que todo está listo.

—¿El manzano eh? Tenías diez años si no mal recuerdo cuando lo plantaron, ¿no es verdad? —aquel hombre portaba un gran abrigo debido a las bajas temperaturas entradas por la estación de invierno a la vuelta de la esquina—. Aún recuerdo ese día. Caíste por la ladera y no dejaste de llorar el resto del día.

—Eso fue hace mucho padre. Me he hecho fuerte desde entonces —respondió en altivo.

—Puedo verlo hija mía, tanto como las hojas que caen de los árboles y se ciernen debajo de nuestros pies. Tanto como los árboles torcidos que funcionan de techo natural en nuestro sendero —el hombre giro de reojo hacia atrás—. ¿Tú puedes ver las cosas tan claras como yo, hija mía?

La chica quedo desconcertada por la repentina cuestión.

—¿A qué te refieres padre?

El hombre continuo su caminar y devolvió su mirada al frente. Ambos continuaron por un sendero cubierto de cedros que consumían la poca luz solar que se colaba entre las copas de los árboles.

—Pronto será la ceremonia. Puede que las cosas se compliquen más de lo esperado.

Rumian, era el nombre de la chica que se encontraba algo ofuscada con la declaración. Esta chica que seguía a paso lento a su padre miro por un costado del camino y pregunto:

Decay:KING OF VILLAINSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora