Capítulo 2 "Un desconocido"

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El salón tenía un aroma a canela mezclado con algún cítrico parecido al de la naranja.

«Habrá postre» pensó Anne.

El vapor del té era potente y de forma inmediata invitaba a cualquiera a devorar el bocadillo que estuviera sobre la mesa de centro.

—Lady Van Dorset —la mujer se acercó a Anne y le extendió los brazos con entusiasmo.

—¿Qué tal va su vida sin mí, Madeleine?

—Es una pesadilla. Sin mi marido y entre los bailes más aburridos de estos meses, estoy al borde de la muerte.

—Vine a buscar historias, mi lady. No me decepcione.

—No se fastidie, tengo otra invitada que con gusto saciará sus ganas de alimentarse de algo más que solo mis pastelillos.

Ambas estuvieron los siguientes minutos entre uno y otro comentario breve sobre el inicio de la nueva temporada de bailes en la ciudad, hasta que Anne se aburrió y escondió su sentir en una ronda más de comida que introdujo a su boca.

—¡Ya está aquí!

La fuerte exclamación hizo que se sacudiera. Las migas de pan cayeron al suelo y, antes de ponerse de pie, vio acercarse a dos mujeres.
La primera de ellas le era desconocida. Tenía el cabello totalmente blanco, unos brillantes pero diminutos ojos en donde apenas se alcanzaba a distinguir el color azul, una piel pálida cubierta por un vestido cuya tela no era en su totalidad blanca, sino más bien resplandeciente como las perlas.
Sostenía un bastón para apoyar su lado derecho, mientras que de lado contrario estaba la dama que justo había mandado llamar Madeleine.

—Disculpen la demora, Lady Brigton y yo nos entretuvimos —respondió la dama que acompañaba a la anciana.

—Lily Brown, debiste decirme que vendrías acompañada —replicó Madeleine.

—Por favor, Mady no seas imprudente —reprendió ella.

—Yo insistí en venir a verla, Madeleine. Lily me contó que usted ansía poder escuchar mis historias sobre las novedades en la ciudad —contestó Lady Brigton.

—Me sorprende que quiera venir a eso. Usted nunca se involucra en nada que valga la pena contar.

—Estoy segura de que no dirá lo mismo una vez que le cuente sobre la huida de Diana Lorrest con el mayordomo de mi casa.

—Por supuesto, si esa va a ser su actitud entonces tome asiento.

A partir de ese momento la conversación giró en torno a los mejores escándalos del último año. Si alguien hubiera querido llevar un registro, la mente de Mady era la ideal para aportar todos los detalles que otros habrían olvidado de forma inmediata. Era capaz de recordar el aroma, la comida, el vestido o las palabras exactas de una plática comprometedora. Puede que su rostro albergara más arrugas que un fruto seco, pero nadie jamás había logrado cuestionar sus habilidades sociales.

—Pero, ¿es que nadie se dio cuenta que la muchacha estaba enamorada de ese sirviente? —exclamó tras oír la última anécdota.

—Pues al parecer no. La pobre le mintió a sus padres y huyó con el dinero de su dote.

A diferencia de ella, Lady Brigton era una mujer reservada, precisa y por lo regular inaccesible. No tenía nada que pudiera servir para gozar de un buen chisme y menos si alguien se atrevía a mirarla demasiado tiempo. Su rostro era tan duro, que si corrías el desafortunado destino de ser desagradable a su presencia, no había manera de no sentirte como un insecto.
Al término de su historia, tanto Anne como Mady estaban dándole vueltas a la taza de té en búsqueda de algo más interesante.

"Como sello sobre tu corazón" Where stories live. Discover now