Capítulo 23 "Un hombre como el otoño"

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Arthur se encontraba leyendo en su despacho cuando escuchó un alboroto que lo impacientó.  Salió con el libro en manos hasta los pasillos y se sorprendió de ver a Charlotte con una bandeja de emparedados saliendo de la cocina como una ladrona. La cocinera la alcanzó y con ojos rabiosos le tiró del vestido para hacerla volver.

—¡Mary! —expresó Arthur al ver cómo trataba a Charlotte.

—Excelencia —dijo con una expresión avergonzada y agitada —, la señorita…

—La señorita es invitada en esta casa, ¿me puede explicar por qué la está jaloneando?

Hasta ese momento Charlotte seguía con la bandeja en manos y, ante el evidente regaño que le estaba dando el duque a su cocinera, se puso a comer.

—Las bandejas son para la cena,  estábamos acomodándolas.

Arthur miró a Charlotte mientras esta se echaba encima todos los bocadillos. Se preguntó cuánto tiempo había estado encerrada como para devorar la comida como una huérfana.

—Excelencia, en casa acostumbramos a cenar a las seis y aquí son las ocho y yo me estoy desvaneciendo de hambre —excusó.

La cocinera la miró con ganas de estrellar la bandeja en su rostro y luego echarse a correr, pero tuvo que contener su fantasía luego de que el duque le hiciera una señal amable para que se retirara.

—Señorita, usted se puede acabar toda la cena pero, por favor, tenga misericordia de mi cocinera. Ella tiene más tiempo aquí que usted —le dijo tratando de mantener la compostura.

Su actividad había sido interrumpida por un lío de comida y no era la clase de cosas que le agradara solucionar, pero se trataba de Charlotte.

—Lo lamento.

—¿Supongo que no ha sido suficiente, o sí? —dijo haciendo una seña hacia la bandeja.

—No, esto solo fue una especie de merienda.

Arthur quería echarse a reír, pero un sentimiento de incomodidad lo arrolló al darse cuenta de que ese particular tipo de situaciones donde casualmente la sorprendía haciendo una travesura, no le agradaba en lo absoluto. Sobretodo porque lo hacían sentir como un viejo gruñón.

La primera vez ocurrió en los jardines, cuando la descubrió llena de barro y podando los rosales como una sirvienta. Y antes de esta ocasión con la bandeja de comida, ya la había sorprendido una vez reacomodando sin su permiso todos los libros de su biblioteca, lo cual en sí no fue desagradable,  pero sí notorio cómo es que ella no parecía preocupada por algo que él pudiera decirle. Claro, lo más seguro era que después de haber cambiado las cortinas de su despacho se sintió con más libertad al no ser reprendida. Ya ni hablar de la ocasión en la que se atrevió a tocar su piano. Era tremendamente mala para la música y ante un oído tan virtuoso como el suyo, resultaba insoportable escuchar los sonidos desentonados que producían sus dedos.
Aún así, en el fondo de su corazón siempre esperaba una situación parecida para poder verla y hablarle. Se preguntó qué impresión tendría ella de él a raíz de sus actitudes.

—¿Lady Brigton bajará a la cena?

Charlotte negó con la cabeza.

—Se excusó diciendo que estaba muy cansada.

Él extendió su mano para indicarle que ambos avanzaran hacia los pasillos que conducían al comedor. Ella se adelantó con la bandeja en manos y al llegar hasta el lugar observó el libro que llevaba Arthur.

—¿De qué se trata su libro?

—Lady Brigton insiste en que lea sobre historia. Pero es…

—Aburridísimo, ¿no es cierto? —interrumpió con una mirada juguetona. 

"Como sello sobre tu corazón" Where stories live. Discover now