Capítulo 28 "Los negocios matrimoniales"

322 24 7
                                    


Agatha se encontraba supervisando la comida de aquella tarde cuando fue interrumpida por una visita inesperada.

—¿Lo paso al salón, mi lady?

—Ve, pásalo y ofrécele las galletas de nuez —ordenó a la servidumbre.

Subió a su habitación y entonces pidió ayuda para desvestirse y arreglarse más austera que de costumbre. Usó el vestido más desgastado del armario, se quitó todas las joyas que traía encima y se colgó el abanico roto que había pertenecido a Charlotte hasta antes de que se fuera de la casa. Se miró al espejo y adoptando una postura atribulada, bajó hasta el salón donde ya la esperaba Peter Bangkok, el heredero de su esposo.

—Buenas tardes, mi lord.

El hombre la miró y su rostro reflejó incomodidad. La mujer se veía más vieja de lo que hubiera imaginado.

—¿Quién es usted? —su tono de voz sonó áspero.

—Lady Gray.

Él se abstuvo de darle un saludo y entonces se paseó por el salón admirando la decoración para no tener que ver su espantoso atuendo.

—Por supuesto, la vulgar institutriz con la que se casó mi primo. ¿Cómo es que no la reconocí? 

—Lamento ser tan poco sofisticada, mi lord —dijo haciendo una leve reverencia —. Estos meses sin mi marido han sido difíciles para mis hijastras y para mí.

—Me imagino, ¿Dónde están ellas?

—La mayor la tengo viviendo en el campo, no podía mantenerla aquí entre un baile y otro durante la temporada. Y la menor… —divagó al percatarse de que no sabía dónde estaba Lucille —anda por ahí.

—Quiero disculparme por haber tardado tanto. La notificación de que había heredado las propiedades de un primo del que ni siquiera tenía constancia de su existencia, pues me tomó por sorpresa.

El toque de sarcasmo que mostró, hizo que Agatha ajustara su siguiente movimiento. 
Ese hombre tenía una apariencia igual o incluso más ordinaria que la que había tenido su difunto esposo, y ella ya tenía años de experiencia lidiando personas con la habilidad de dar la impresión de ser más importantes de lo que en verdad eran. Sabía muy bien lo que tenía que hacer.

—Imagínese nosotras, una viuda y dos hijas casaderas sin dinero y ahora sin la posibilidad de tener un techo donde vivir.

—No sabe cuánto lo lamento.

—¿Piensa quedarse a vivir aquí?

—Por supuesto que sí. Tengo ganas de vivir en Londres luego de pasar temporadas por Francia, Escocia y España. Ya necesito un lugar para establecerme.

—¿Y teniendo tantas residencias pretende desalojar a tres mujeres indefensas?

—No me venga con sentimentalismos, la conozco muy bien. He indagado en esta ciudad todo sobre usted y sus hijastras.

Peter Bangkok la miró con desprecio al notar cómo se ponía de pie. Ella se miró las uñas y actuó con indiferencia.
A los pocos segundos, Agatha examinó fugazmente su vestimenta y confirmó que estaba mintiendo. Si de verdad fuera alguien que viajara de la forma en la que había expresado, debía tener los suficientes ingresos para costear sus estancias y nunca se habría parado para adquirir unas cuantas libras y la casa desgastada donde vivían ellas. Debía existir otro motivo por el cual había tardado tanto en reclamar,  pero estaba segura de que no tenía nada que ver con el aburrimiento que decía tener.

—No puedo creer su falta de bondad, mi lord. ¿Se imagina lo que todos dirán cuando se enteren de la bajeza que ha cometido?

—A usted no la quieren ni un poco y me apena que sus hijastras tengan que sufrir todavía más el resultado de su ambición.

"Como sello sobre tu corazón" Onde histórias criam vida. Descubra agora