Capítulo 20 "Rosemund"

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Anthony había estado encerrado en su despacho los últimos tres días.  La fuerte declaración que Lucille le dijo en aquel baile resonó en su cabeza tan duro, que tuvo como resultado hacerle sentir pesar.
“Una vida de amor” era lo que ella quería. Y “una vida sin amor”  era lo que él había experimentado durante casi once años.
Al recordar los días que fueron el inicio del fin, volvió a sentir la desazón que aún habitaba en lo más profundo de su corazón.





<< Londres, 1804 (Hace diez años).

—¡Anthony! —exclamó ella con una enorme sonrisa.

Con mirada juguetona, él le regresó el gesto de alegría en una mueca que la hizo estallar en carcajadas.

—Vamos, madre.

Rosemund Van Garrett cerró los ojos en un esfuerzo por contener el aliento para parecer más ligera. Su hijo debía subirla hasta el segundo piso, ya que la indicación clara del médico había sido reposo absoluto.

—Tienes dieciocho años y apenas si puedes contigo mismo —dijo riéndose.

Él se abstuvo de discutirle para ahorrar energías y, con toda su fuerza, la acomodó en su cama una vez que entraron a la habitación.

—Santo Dios, ¿Qué te ha dado de comer Felicity?

—¡Solo arroz y legumbres! 

Anthony aspiró con garra y luego infló las mejillas de una forma tan exagerada, que cuando soltó el aire no pudo evitar hacer sonar un ruido poco delicado.

—Pesas demasiado.

Ella negó con la cabeza y reprimió la carcajada dentro de su garganta ya que hasta reírse le era agotador.

—Hijo, abre las ventanas y corre las cortinas —indicó ya más tranquila.

Anthony negó con una sonrisa. Sabía que a su madre le irritaba mantener el espacio tan cerrado, y era preferible hacerla discutir que permitir que de nuevo se sumiera en la cama como si no fuera amanecer al día siguiente.

—Ese no es mi trabajo.

—Mocoso travieso.

—¿Quieres que traiga de nuevo al médico? —preguntó al oír cómo lanzaba un suspiro.

Para él,  su madre era aún una mujer joven y fuerte. No lograba entender cómo es que de un momento a otro se había enfermado de algo que ningún médico había logrado diagnosticar con exactitud.
Si no fuera porque estaban solos en aquella residencia, él podría dedicar todo su tiempo a sacarle sonrisas. Pero era imposible compaginar todas las actividades que lo requerían ahora que era el nuevo heredero del título. Lo cual, sin duda, le llenaba los ojos de orgullo a su madre.

—No, no estoy de humor para recibir a un médico.

—No creo que el tampoco quiera verte ya que te pones como una niña pequeña cuando te examina. Debes de ser su peor pesadilla.

—No me gustan sus remedios.

—Pues creo que él tendrá que tomárselos para evitar que le revienten las tripas cada vez que nota tu rebeldía —regañó.

Rosemund sonrió.

—Me recuerdas tanto a tu padre —dijo mirándolo.

Anthony se encaminó hasta el lado izquierdo de la habitación y se colocó a lado del retrato de su padre que colgaba en la pared.

—¿Así? —bromeó adoptando la misma postura.

Ella frunció el ceño y luego sonrió.

—En realidad te pareces más a mí.

&quot;Como sello sobre tu corazón&quot; Where stories live. Discover now