Capítulo 47 "Lord Anthony"

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Las gotas de lluvia golpearon contra su rostro y Lucille tuvo que cerrar el libro que había estado leyendo para poder adentrarse en la casa.
Su rápida caminata la llevó a darse un tropezón y entonces gimió. Al bajar la mirada percibió que su tobillo estaba doblado.
Con su mano derecha se apoyó sobre una de las columnas de la fachada y después recargó su espalda para poder levantar levemente el pie y examinarlo. Su tacón estaba roto, al igual que su media. Era palpitante y ardía, por lo que a los pocos minutos lagrimeó víctima de la hinchazón.

—¿Está herida?

La voz de Louis hizo que se sobresaltara.

—Si...

Un quejido salió por su boca y en un esfuerzo por contener un grito, apretó los ojos y los labios al mismo tiempo.

—¿Puede moverse?

Ella negó con la cabeza y entonces Louis la tomó de un brazo y se lo echó sobre su hombro para ayudarle a avanzar apoyándose sobre él.

—Debe verla un médico.

—Necesito sentarme —indicó.

—Llegar al salón nos tomará demasiado tiempo y a su paso seguro que terminará exhausta. Sujétese.

Louis no le dio tiempo de reclamar pues en pocos segundos ya la llevaba en brazos dispuesto a negarle el paso. Ella se abrazó a él pero algo en su interior hizo que sintiera una extraña incomodidad. No lo miró en ningún momento a los ojos y cuando esté la depositó sobre una silla, no le permitió más acercamientos.

—¿Sus ropas están mojadas?

—No, entré justo cuando empezó a llover —dijo mirando hacia la ventana.

El agua que caía estaba chocando contra los cristales de una forma aterradora. Lucille pensó que nunca había visto una tormenta como aquella. Los rayos iluminaron el cielo gris y los estruendos apagaron su valentía en cuestión de segundos. Parecía que la naturaleza estaba cobrando una deuda con la mayor violencia disponible a todos aquellos campos.

—Creo que no podremos salir ni hoy ni mañana —lamentó Louis.

Lucille no le prestó atención porque entre el dolor de su tobillo y el reciente recuerdo de su mente, terminó confundiéndose.
Desde que era una niña, nunca antes había temblado de miedo al escuchar rugir una tormenta, pero en esa ocasión su pecho empezó a agitarse y pronto se cubrió el rostro con las manos.

—¿Quiere que mande llamar a...

—¡Por favor, cállese!

La orden desesperada alertó a Louis, que sin pensarlo dos veces, se acercó a ella para tratar de calmarla.

—Señorita Lucille, es solo una tormenta. ¿Qué le pasa?

No recibió respuesta.

—¿Por qué llora? —insistió.

—Por favor, mi lord. Por favor, déjeme.

La súplica no logró apartarlo. Se veía tan temerosa que realmente se preocupó.
Las lágrimas de Lucille estaban cayendo con la misma fuerza que la lluvia de afuera y sus manos estaban apretándose una contra la otra.
Al momento de cerrar sus ojos revivió en sus pensamientos algo que durante meses había estado escondido.
Recordó una tormenta parecida a aquella. Sus ojos perdiendo visibilidad, su cuerpo entumecido y el miedo a quedarse inerte para siempre. La fuerza con la que había luchado por levantar los párpados para mirar quién estaba con ella en esa noche fría, pero con la lastimosa imposibilidad de hacerlo.
Poco a poco lo tenso de sus brazos comenzó a disiparse en cuanto sintió que un cuerpo ajeno al suyo estaba enrollándose en ella como una manta. Los latidos de su corazón se volvieron más lentos y su respiración recuperó estabilidad.

"Como sello sobre tu corazón" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora