Capítulo 10 "El seductor"

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Lucille no volvió a abrir la boca en lo que restó de la cena. Para cuando se terminó y cada invitado se dio el lujo de buscar las distintas compañías, ella optó por salir a los jardines. Aún no podía creer lo mucho que le había afectado oír aquellas indiferentes declaraciones. Se sintió tan sosa y avergonzada por creer en lo que aparentemente era una fantasía para todo mundo, que casi se soltó a llorar.

Poco a poco se fue serenando, y para despejarse empezó a caminar entre los pasillos y las fuentes de agua.
Luego de unos cuantos pasos desvió su mirada hacia el suelo y se preguntó qué hora sería.

—¿Por qué está aquí?

Ella suspiró y se giró, reconociendo el fastidio de aquella voz.

—¿Le molesta que venga a este lugar?

—Para nada, solo que las personas están por allá y pensé que…

—Basta, después de la humillación que me hizo pasar, ¿Cómo quiere que conviva tan tranquila con esas personas?

—Lamento si la hice sentir mal, no era mi intención —reconoció.

—Si lo que quería era cobrarse mis supuestas descortesías,  ya lo logró. Ahora por favor, déjeme tranquila.

—Señorita Lucille, no lo hice para fastidiarla —dijo con un tono de voz tan suave que ella no pudo evitar confundirse.

—Entonces disculpe mi torpe interpretación.

Anthony sonrió. Al verlo tan sereno, Lucille se agitó.

—Es usted muy altanero, cree que porque es un conde puede despotricar contra todos y salir ileso.

—Usted es la única que está aquí haciendo reproches.

—Todas esas personas buscan su aprobación. Pero a mí no me engaña con todo eso. Es usted burlón, descortés y déspota —acusó.

Él elevó sus cejas y de forma graciosa hizo un puchero digno de un niño que acaba de ser reprendido.

—Si usted lo dice, entonces tendré que aceptarlo. Después de todo siempre tiene que tener la razón, ¿no es así?

Lucille suspiró molesta y entonces buscó más razones para seguir con su actitud agresiva.

—¿Cómo supo de mi compromiso con el duque de Monfort?

—Ah, eso. Lord James lo comentó en una reunión. 

«¿Cómo se atrevió? » pensó.

—¿La está cortejando o ya es oficial el compromiso?

—¿Por qué me hace esas preguntas? Usted no es nadie para meterse en mis asuntos —replicó.

—Intento ser amable en realidad —dijo adoptando de nuevo su postura arrogante.

—¿No piensa decir nada más?

—Solo vine a disculparme por lo que ocurrió en el comedor —dijo acercándose. 

—¿Le importa haberme ofendido? —dijo ella con tono trémulo al notar que su cuerpo se tensaba.

—En realidad no. Pero tengo unos modales que me obligan.

—Eso solo reafirma lo que pienso de usted. Jamás me cansaré de decir que es el hombre más desagradable que he podido encontrar en esta ciudad.

—Dudo que haya conocido a tantos caballeros como para hacer una afirmación tan firme.

Ella abrió los labios ligeramente y empezó a respirar con dificultad ante la impotencia que sentía por desquitarse.

—¿Qué le pasa?

Anthony se le acercó muy despacio y entonces bajó su rostro para ponerlo al nivel de ella.

—Lo detesto. Es insufrible.

De manera inconsciente subió el mentón hacia el rostro de él. El color de sus ojos estaba casi cubierto por la anchura de su pupila y, su sentir inmediato fue parecido al de un trozo de madera que se consume en una vibrante chimenea.

—¿Está segura? —dijo casi en un susurro.

Lucille cerró los ojos al sentir la vibración en sus oídos. El sonido de su voz ya no era tan lento ni suave. Ahora se escuchaba ronco, como si viniera desde una parte de su cuerpo más profunda que su garganta.

—Fue en un jardín como este en donde la vi por primera vez.

Al abrir los ojos, pudo notar casi como una amenaza la cercanía de sus cuerpos.

—No lo recuerdo.

—¿Ha dejado de pensarlo, mi lady? ¿Ha podido apartar de su mente la imagen de esa mujer mientras la apretaba contra mí? —susurró.

Ella se tensó y empezó a sentir un cosquilleo por todo el vientre. Por supuesto que no había podido borrar ese recuerdo, que solo la agitaba al imaginar que pudiera ser ella, la que estuviera en sus brazos de esa forma.

—Es usted un desvergonzado —dijo mientras se giraba para apartar la mirada.

—Ha dicho todos mis defectos con total claridad esta noche, señorita.

Para su tranquilidad, Anthony se dio la vuelta tras su declaración. Estaba empezando a recuperar el aliento, cuando de pronto su cuerpo recibió un apretón alrededor de su cintura. Al sentirse estrujada, lanzó un jadeo.

—Tal vez debería castigarla por mirar donde no debe —susurró mientras ella sentía recorrer por su espalda una especie de tirón que le calentó las entrañas.

—¿Cree que puede tomarme de la misma manera que esa mujer? — cuestionó zafándose.

Él sonrió y con uno de sus dedos le tocó el mentón para después rodear sus labios.

—Usted no es diferente a ninguna mujer que haya conocido antes —dijo con desprecio.

Esta vez Lucille sí que se enfureció y, extrañamente el ardor que estaba empezando a sentir, se transformó en una fuerza descomunal que la obligó a apartarse.

—Buenas noches, mi lord.
                                       
                                  
                                          

                                         

"Como sello sobre tu corazón" Where stories live. Discover now