"Como sello sobre tu corazón"

Capítulo 24 "Amor secreto"

—¿Más narcisos? —preguntó Lottie luego de ver a la sirvienta entrar con un nuevo jarrón. Está le sonrió y se dedicó a colocarlo en el centro de la mesa.

—El señor se empeña en tenerlos por todos lados, señorita.

—¿Por qué?

La mujer se encogió de hombros.

—No me había dado cuenta pero toda la casa tiene el mismo ambiente que ese despacho que tú y yo decoramos. Por lo menos aquí están abiertas las ventanas, pero todo se ve... —observó alrededor —triste.

—Supongo que para eso son las flores.

Luego de hacerle una reverencia, Lottie volvió a quedarse sola en el salón. Ahora que la ventana dejaba ver un paisaje nocturno, las flores adquirieron una apariencia radiante como si estuvieran iluminando con la llama de un candelabro la estancia de esas paredes grises.
Cuando se acercó a la mesa y tocó uno de los narcisos, su cabeza trajo como una chispa el recuerdo de la sonrisa de Arthur, que rara vez la dejaba ver de una forma abierta y genuina. Tenía la impresión de que había aprendido a sonreír así como se aprende a comer, como si fuera una necesidad y no un sentimiento natural. Se preguntó qué era lo que estaba tratando de fingir o por qué razón parecía esconder una enorme tristeza bajo jarrones y jarrones de flores.
Nunca se había detenido a pensar tanto en un asunto. En su casa siempre había cosas que hacer, con Agatha y Lucille encima de ella todo el tiempo. Pero en aquel lugar amplio, silencioso y ordenado, por primera vez su mente estaba experimentando la delicia de la reflexión.

«¿Quién es Arthur James?»

Responder esa pregunta le costó trabajo. En Londres le habrían respondido que era un duque, un caballero serio e interesante por demás rico y atractivo. Pero ninguno de esos adjetivos creía que realmente lo definieran. Solo eran títulos que podían aplicarse a casi la mayoría de los nobles.

El hombre que ella estaba conociendo no tenía nada que ver con lo que otros pensaban. Era como si fuera alguien más.
Un hombre que disfrutaba de la tranquilidad del campo o leer por las tardes, alguien que pocas veces habitaba la residencia en las mañanas, que se acostaba a dormir tan pronto cenaba, que acostumbraba a cabalgar por lo campos a solas y que extrañamente ya había visto también convivir con los niños de su servidumbre.
Durante su meditación, Lottie notó que su hermana también tenía hábitos rutinarios y ermitaños, igual que Arthur. Lucille gustaba de leer, pasaba horas entre papel y tinta, recitaba poesía y disfrutaba de pasear a solas. Si no fuera porque ella misma la incitaba a salir, a divertirse o tan solo a convivir fuera de las paredes que rodeaba su habitación, sabía que podía vivir en un cascarón inquebrantable.
Estaba segura de que dos personas tan similares en su mundo de soledad, no podrían jamás regocijarse entre ellos porque harían exactamente las mismas cosas todos los días y sería muy aburrido.
Aunque Lucille tenía un carácter más autoritario que a raíz del compromiso se había incrementado, a la larga se convertirían en uno de esos matrimonios donde abundan las conversaciones simples, ninguno se motiva a nada apasionante y solo se limitan a cumplir sus deberes.

Ya una vez en su habitación personal, se dio cuenta de que sí había una mujer que se contentaría con alegrar los días de un hombre tan lejano y aburrido. Una a la que sí le agradaría pasar sus tardes sugiriendo paseos, organizando juegos, decorando y cambiando el ambiente de día en día para que este se sintiera como algo nuevo. Vio tanto potencial en una vida junto a Arthur, que tuvo que enrollarse entre las sábanas al percatarse de que aquella mujer era ella.

«¿Qué te pasa, Lottie? » se reprendió.

Ya pasaba de la media noche cuando se obligó a dormir tan pronto despidió esos pensamientos de su cabeza. No podía siquiera rozarlos por un instante más. Arthur era prometido de su hermana y aunque soñara con una vida junto a él, sabía que esa ilusión no se cumpliría en ella y era mejor no empezar a alimentar una idea que jamás se materializaría.