Capítulo 27 "Necesidad"

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    "Para Lucille Gray.
Señorita, es mi deseo expresarle lo angustiado que estoy por haberle causado tan grande conflicto. No pensé que las cosas se saldrían así de control y usted no merece cargar con esa culpa. Le pido perdón con todo el respaldo de mi corazón, esperando que encuentre la felicidad donde quiera que esté. 
Anhelo que su perdón me llegue con noticias positivas sobre usted y su futuro matrimonio.
Hasta siempre, Anthony."

Lucille apretó el papel contra su pecho y empezó a surgir en ella una especie de esperanza que la llenó de vitalidad.
No podía creerlo, el conde Van Garrett estaba suplicando por su perdón. Todo eso debía ser la señal que había estado buscando para poder salir de nuevo a su encuentro.

A los pocos minutos tomó la decisión de salir a hurtadillas para subir a uno de sus carruajes, y sobornado al cochero, ordenó ser trasladada hasta Rosemund Hall.
Así le tomara todo el día y corriera el riesgo de ser descubierta, tenía que verlo. Tenía que decirle lo mucho que lo había estado esperando toda su vida. No le importaría el escándalo, no le importaría nada si tan solo conseguía hacerlo confesar su amor. Incluso hasta el leve sentimiento de venganza se esfumó.

«¿El conde Van Garrett enamorado de mí? » pensó durante el viaje.

—Buenas tardes, tengo una audiencia con lord Van Garrett —mintió al mayordomo, una vez que llegó a la propiedad.

El hombre la miró con desconfianza, pero justo cuando estaba por tomar la decisión fue interrumpido por Margaret.

—La está esperando, mi lady. Por favor, pase.

Hugh, acostumbrado a ser un viejo autoritario, no escondió su clara inconformidad y sin ningún reparo detuvo a Lucille con una seña. 

—El señor no está en casa. Es inapropiado que una señorita sin compañía se adentre en su propiedad sin una invitación formal —indicó mirando a Margaret.

—Por favor, señor Lerner, no sea grosero con la señorita. Ya la escuchó, tiene una audiencia.

Lucille estaba intranquila y a la expectativa mientras se mantenía callada ante la discusión de los sirvientes. 

—Por aquí,  mi lady. La llevaré hasta un salón que le encantará —le dijo extendiendo su brazo.

Ella asintió y aún intimidada por la mirada del mayordomo, caminó por detrás del ama de llaves hasta llegar a un salón que daba la vista perfecta al área norte de la residencia. Justo frente a los jardines. 

—El mayordomo no le mintió, señorita. El señor no está en la casa, pero lo puede esperar justo aquí.

—Le agradezco su infinita amabilidad. No quiero causar un problema entre ustedes y lord Van Garrett —dijo con preocupación. 

—¿Va a solicitar algún servicio?

—No, estoy bien así. Me quedaré aquí,  justo aquí —indicó sentándose.

El ama de llaves le sonrió y, haciendo una reverencia, se retiró.

Lucille pasó los primeros veinte minutos entre un sofá y otro, a pesar de que la estancia era amplia.
Ni siquiera las paredes blancas, que reflejaban aún más luminosidad a causa de la luz solar que atravesaba las ventanas, pudo tranquilizarla. El aire corría de un extremo a otro, agitando el arbusto de jazmines colocado en el alféizar, pero tampoco tuvo el efecto de serenidad que suele llegarle a cualquiera que aspira tan delicado aroma.
El único sonido que podía captar era el taconeo de sus zapatos que parecían pequeños golpes que pronto quebrarían con la poca estabilidad de sus piernas. Estaba a punto de rendirse, cuando algo estruendoso captó su atención.

"Como sello sobre tu corazón" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora