Capítulo 6 "Cortejo"

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Luego de cinco semanas, Arthur se encontró al borde de la locura. El cortejo hacia Lucille no resultó tan emocionante como había esperado. De todas las cartas que escribió,  solo tres o cuatro de ellas recibieron una contestación, y no fue gran cosa, al ser solo notas con un simple agradecimiento.
Se preguntó por qué es que ella no lograba inquietarse con sus atenciones. Era cordial, bastante mesurado y hasta había aprendido a copiar los textos de poesía de unos cuantos libros de la biblioteca.

«Tiene que aceptarme » pensó, así tuviera que seguir intentándolo hasta antes de la boda.

Un día, Lottie se sorprendió de ver entre las cosas de su hermana un cajón repleto de cartas sin abrir con el sello de Monfort.

«¿Qué le pasa a Lucille? » se preguntó.

Aquel hombre estaba embelesado y ella parecía deleitarse en ignorarlo. Sintió algo de pena por él, a fin de cuentas lo único que quería era el amor de su hermana.

—¿Por qué no le respondes a lord James? —preguntó aquella mañana mientras desayunaban.

—¿Con qué propósito debería hacer tal cosa? Si no tiene nada nuevo que contarme, salvo decir que soy hermosa y el delirio de sus sueños —se quejó.

—Terminarán casados y lo sabes, ¿no te parece que podrías ser al menos más amable?

Lucille arrojó el cubierto al plato, haciendo que la salsa de la comida salpicara su vestido. Al notar que estaba manchada, apretó los dedos y lanzó un gruñido.

Durante las últimas semanas había sido imposible llevar a cabo su plan de huida. Siempre estaba supervisada por Agatha y había descubierto que el lugar donde se solía guardar el dinero había cambiado. Y a juzgar por la actitud de su hermana, no estaba convencida de pedirle su apoyo para irse juntas de Londres.

—Esto está mal. Ahora más que nunca deseo que desaparezca. ¿Cómo podría esperar tener mi respeto un hombre que constantemente se abalanza para ser una especie de sirviente? —confesó, mientras con sus dedos intentaba desvanecer la imperfección.

—Me parece muy mal que te expreses así de alguien que ha hecho hasta lo imposible por agradarte —reprendió mirándola con impaciencia al notar que no podía lidiar con la mancha.

—¡Es que no quiero que me agrade! Es decir, sí… — pausó —pero no de esa forma. Tiene que haber algo de encanto o por lo menos ingenio.

Tras decir aquello, se soltó a llorar y se rindió ante la mancha del vestido.

—¿Qué te sucede? —preguntó al observar su descompostura.

Lucille colocó sus codos sobre la mesa y apoyó la cabeza en sus brazos.

—Siempre creí que el amor se sentiría diferente.

—¿Cómo?

—El amor te hace vibrar, te inspira, te impulsa a actuar. No puedes estar demasiado tiempo lejos de la persona que amas, y todo lo que hace te vuelve más atrevido incluso más espontáneo —describió.

—Eso es lo que él está haciendo.

—Pero no lo está provocando en mí.

Seguido de aquella frase, Agatha entró al comedor lanzando una risotada. Por lo visto nunca había podido abandonar su hábito de escuchar tras los muros. Era algo que adquirió como medio de obtener información cuando aquellas niñas se encerraban durante las noches a hablar de ella. Y no sentía la menor culpa porque cuando alguna de las dos sacaba un reclamo, ella les regresaba duras palabras que les recordaba todo lo que alguna vez sintió que hicieron en su contra. Cosas que por cierto, Lucille siempre creyó que eran una exageración.

"Como sello sobre tu corazón" Where stories live. Discover now