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"Consecuencias"

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—Akko, tenemos que irnos, ¡Ahora!

Las personas gritaban y corrían de las otras que empezaban a poner un orden en el pueblo. Algunos suplicaban y otros les hacían frente, sin embargo, ante sus espadas y entrenamiento, los resultados no eran significantes.

Una horda de caballeros enviados por un rey vecino, atacaban el lugar de muchos sin darles el derecho de hablar; protegerse; o huir. Las muchas mujeres y hombres que se encerraban en sus casas, en busca de un refugio que les asegurara la vida, morían en el intento.

Las puertas de maderas o hierro eran derribadas sin piedad, causando más de un llanto de un bebe o niño.

Los hogares hechos de pajas o madera, e inclusive los de concreto o barro, estaban incendiadas y destruidas. Y en la capilla del lugar en donde varios habitantes asistían en sus días libres, resguardaba una cantidad exorbitante de cuerpos moribundos que habían sido degollados sin misericordia.

El pastor de esta, creyente de palabras celestiales, era uno de los apilados.

Los caballos relinchaban y galopeaban; el metal de las armaduras chocaba; y el filo de las espadas asesinaban a sangre fría a cada individuo.

La tierra se humedecía cada vez más de la sangre ajena, mientras el horrible sonido del derrumbamiento de las casas, establos y negocios, aumentaba.

Akko los miraba con sus ojos expectantes, horrorizándose de la sangre que salpicaba y escurría de las espadas. Miró a los hombres que se ofrecieron a luchar, caer uno por uno. Y escuchó los explosivos causados por los inventos de su amiga, matar a más de un enemigo y aliado.

Estos no tenían cuidado alguno, simplemente estaban situados en un lugar en concreto, y los que pasaban por ese sitio, era solo una cuestión de mala suerte.

—¡Mamá! ¡Mamá!

Akko giró de inmediato hacia el llamado y observó al niño bajo una pila de madera en llamas. Rápidamente y sin pensarlo, se acercó, pasando entre los caballeros y hombres que luchaban. El niño la miró y con la fuerza de sus brazos, la ayudó a quitar las maderas de sus caderas y, así, por fin, ser liberado.

Cargado por ella, sintió otra vez el dolor pulsante que la aturdió al inicio. Se sujetó la cabeza con una de las manos y trató de ignorarlo, Akko buscó desesperadamente con la mirada a alguien que pudiera resguardarlo.

Un joven de, aproximadamente, veinticinco años se le aproximó, exclamando su nombre.

—¡Aron!

—¡Hermano!

Con cuidado, el joven lo cargó en su brazo izquierdo, sosteniendo con la otra una simple espada de metal.

—¿Puedes moverte?

El niño negó con la cabeza, quitando con sus pequeñas manos las lágrimas secas en sus mejillas.

—Está bien, te llevaré con mamá.

Akko lo reconoció, sorprendiéndose de verlo.

«Quería entregarte esto. Una vez te vi recolectándolas. Quería... ayudarte. Mi nombre es, Aryeh».

—Tú también, tienes que irte de- ¡Ah!

Akko se sorprendió con los ojos bien abiertos. Dio un paso atrás admirando cómo este caía sin vida luego de haber sido apuñalado. Ella miró al caballero responsable, ignorando los gritos de dolor del niño. De pronto, un corte limpió y rápido vengó lo sucedido.

Bosque Mágico (Diakko♥)Where stories live. Discover now