Epílogoஐ

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En un bosque mágico donde tus fantasías y más profundos sueños podrían hacerse realidad, habitaba un ser peculiar que destacaba entre muchos otros que estaban. En ese lugar, vivían pocas criaturas que ninguna persona humana o seres lejanos llegarían a ver alguna vez.

En un pasado, existieron plantas, árboles, caminos que no parecían tener un final y luces extrañas que daban una sensación relajante.

Las grandes y casi nulas bestias que surcaban los aires, al igual que las pequeñas, convivían en los hábitats que quedaron después del colapso. Aprendiendo de sus costumbres y comportamientos pocos comunes. Pronto, estos llegarían a hacer una alianza que fortalecería mucho más los lazos entre el bosque.

El cielo era decorado de un hermoso color azul, y el ambiente, era acariciado por los sutiles sonidos de las criaturas terrestres.

Un bosque mágico oculto de cualquier ser viviente en el universo; un bosque mágico que gozaba de una tranquilidad inexplicable.

—Un bosque mágico... que guarda una magia incomparable.

Las hojas verdosas, amarillentas y moradas de los árboles cercanos caían sobre el húmedo césped. Mientras que unos cultivos, nacidos gracias a las fértiles semillas, crecían con salud y rapidez.

Una gota de agua cristalina cayó de sus hojas, brillando ante la calidez abrazadora del sol.

Un leve respirar se escuchó, seguidamente de un suave, casi tenue movimiento.

Dentro de un hermoso y extraordinario bosque lleno de magia, vida y prosperidad, las criaturas, junto con otros seres, compartían sus pensamientos; dentro de un hermoso y extraordinario bosque, los pocos que quedaron, admiraban el nuevo comienzo.

Con lentitud, pero firmeza, los cimientos y lugares eran reconstruidos gracias a una magia exterior; con lentitud, pero seguridad, nuevas vidas empezarían a nacer.

Un sonido proveniente de un arbusto llamó la atención. Poco después, una criatura apareció con una sonrisa y con un caminar habitual, pero lleno de confianza, se acercó y escaló al hombro de la persona que habitaba en dicho lugar.

—¿Estás listo?

El animal, parecido a un armadillo con filosas garras y un pelaje suave, la miró en señal afirmativa.

—También estoy emocionada.

A pasos tranquilos, abandonando su labor anterior, se dio la vuelta caminando en dirección contraria; cargando consigo una esfera azul.

Admiró y saludó a cada criatura que se cruzara, pasando a altas alturas sobre los árboles incinerados, almas perdidas y lugares al borde del derrumbe, hasta llegar a un sitio con un césped quemado, raíces sobresalientes y pedazos de rocas dispersas.

Sin embargo, una columna que aún prevalecía en su mejor estado, con pequeñas grietas en los costados, respondió a su acción con un pequeño sonido que abrió sus puertas.

Ante sus ojos, un nuevo portal de un nuevo mundo se había abierto; antes sus ojos, una nueva vida conocería.

Y con una sonrisa, situando una máscara de un zorro blanco con detalles azulejos en su rostro, tomó con delicadeza del dije del collar que colgaba libremente en su cuello.

—Por favor, cuida de mí.

«Como siempre».

Acercó sus labios y un sutil beso fue depositado.

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En un lugar, situado a cuatro horas de un pueblo vecino y próximo a ser construido, habitaban diferentes personas nuevas y antiguas que vivían y gozaban de una armonía continua que celebraban una vez cada mes en una festividad grande en donde muchos participaban.

En esa noche, era una. Unos bailaban en conjunto, otros bebían en distintas rondas y unos más ponían en juego su fuerza, divirtiéndose con plenitud.

No obstante, en una casa de dos plantas, abundaba un silencio que fue opacado por unos suaves pasos. Estos se detuvieron, al ver un señor con cabello blanco y sutiles arrugas en el rostro, sentado en uno de los escalones, mirando un punto fijo.

Sus ojos se desviaron en el momento de escuchar un suave llamado.

—Querido.

Con una media sonrisa y un pequeño vistazo, agarró con delicadeza la taza caliente ofrecida, agradeciendo en silencio, para después, volver a la mirada a ese lugar, reposando los brazos sobre sus propias piernas.

Recibió compañía, sintiendo un ligero peso en su hombro.

Como todas las noches, un hombre, de aproximadamente cincuenta años, cercano a los sesenta, con un cuaderno en su regazo y una taza humeante, se encontraba sentado y mirando en espera... de una joven niña.

Todas las noches, sin falta alguna, un señor, se sentaba en uno de los tablones de su hogar, con sus ojos y cuerpo cansado, a esperar.

Él esperaba a esa persona que terminó con un apodo peculiar. Él esperaba y esperaba.

Y allí, en el centro del creciente pueblo, yacía una hermosa y elaborada escultura hecha de piedra de su misma imagen. Esta sonreía, señalaba y exclamaba al cielo, con su típica bandolera a su costado y un vestido con sus botas, teniendo como grabado un titulo que le caía perfectamente.

Las personas la llamaron:

La Niña del Bosque.

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FIN.🦋⋆。˚







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Artista: jezzartt/Instagram

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