Magnus y Sophie-¡Fiestas!

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—Papaíto, ¿Cuánto crees que tarde?
—¿Cazando con tu tío? Jamás podremos saberlo. Jace puede meterse en problemas y triplicar el horario de regreso.

— ¡Entonces estamos a salvo! ¡Vamos!— Exclamó la pequeña Sophie, arrastrando a su padre fuera del loft.

— Más despacio, Sophie— dijo riendo El Gran Brujo— Que no me estas obligando a nada, yo también quiero ir.

— ¡Pero hay que apurarse! ¡Tenemos que comprar regalos para todos!

Magnus detuvo un taxi, y dejo pasar a su exaltada hija antes de sentarse el mismo y indicar a donde iban.

La efusividad y alegría de Sophie era algo constante que había alegrado su corazón, después de Alec.

Si los perdía a ellos, ya nada en su vida volvería a tener sentido.

— Como Sophie cree en Santa, mejor no voy a regalarle nada— comentó Sophie, alejándolo de sus cavilaciones.

—¿Por qué? —inquirió el brujo.

— Porque se dará cuenta que el regalo es mío, elija lo que elija. Y no quiero que sospeche.

— Esta bien, So.

— Pero a Papi... ¡¿Qué vamos a regalarle?!

— Aún estoy pensando.

— ¡Deberíamos regalarle ropa!— dijo, con un dejo de exasperación— Toda su ropa tiene agujeros, y muy poco brillo.

— Papá seguramente nos mataría, y luego agujerearía la ropa nueva para que le quede más "cómoda".

— ¿Ya lo ha hecho no?

Magnus sonrío ante la suspicacia de su hija.

— Si, una vez intente regalarle unos suéteres y ese fue el resultado.

Guardaron silencio unos instantes, porque ya habían llegado frente al Centro comercial.

El brujo, estuvo a punto de caer unas 30 veces, persiguiendo a su hija por entre los locales.

El amaba la ropa, pero su hija lo había superado amplia mente. Era la princesa de su reinado de brillos.

— ¡Mira este vestido! Exclamó dando saltitos— Sophie, llevaba un glamour que hacía que su cabello luciese dorado, y sus ojos estaban azules, como le gustaba llevarlos en honor a su padre.

En sus manos llevaba un vestido cubierto de "purpurina", de un color que ella afirmaba ser plateado, y sin embargo Magnus veía dorado.

—¿Por qué no te lo pruebas?— inquirió, su papaíto.

Minutos después, Sophie giraba frente a él con su vestido.

Una empleada se acercó a ellos.

— Encontré los zapatos que hacen juego— dijo pasándoselos a Magnus y sonriendo en un intento de coquetería— ¿Es su hija?

Magnus sonrío al imaginar que habría dicho Alexander si estuviese presente.

— Si, es mi hija.

—¡Es hermosa!— dijo la mujer, dirigiendo una mirada de ternura a Sophie— Aunque no se parece a usted. Si bien usted también es muy guapo.

Pestañeaba en exceso, y el brujo vio por el rabillo del ojo como su hija contenía la risa.

— Se parece más a mi esposo.

Dijo, cortándola.

La empleada se sonrojó, y volvió por donde había llegado.

— Vamos, Sophie. ¿Quieres llevar los zapatos también?

— ¡Si! ¡Gracias Papaíto!

———

— Ya tenemos regalos para todos, pero aún falta Papá.

— Ya se me ocurrió el regalo perfecto.

———

Horas más tarde, de regresó en el loft, Sophie y Magnus envolvían los regalos, antes de que volviese "su ojiazul" como So lo llamaba a veces.

Frente a ellos estaban los regalos de Alexander.

Un marco negro, cubierto de runas doradas (que había pintado Clary para ellos), con una foto en medio en la cual se encontraban El brujo y su hija. Ambos llevaban gorros navideños, y estaban sentados al lado de un Santa muy gordo.

Una carta, que habían escrito juntos y consideraban el mejor regalo. No había nada que enterneciera mas el corazón de Alec, que las muestras de afecto.

Un libro de cuentos, para que compartiesen cada noche antes de irse a dormir.

Y tres barras de chocolate.

Eran regalos perfectos porque incluían a las personas que Alexander amaba, y siendo ellas su primer preocupación ante todo, harían que se sintiese dichoso al recibirlos.

¡Feliz Navidad a todos! Ojala les haya gustado este Capítulo. Comenten <3 Y que tengan una bonita noche.

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Where stories live. Discover now