El nido.

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Encerrado en el suelo del baño, Simón Lewis se preguntaba qué clase de hombre era. Al parecer nunca dejaría de ser en su interior un humano tembleque. Había vivido como vampiro y como nephilim, pero nada en él había cambiado. Ni siquiera el hecho de ser padre.
Viendo en retrospectiva, tampoco era realmente mala su situación. Debía reconocer que siempre, desde el primer día,
había sentido miedo por Isabelle. Había sentido miedo incluso antes de experimentar amor.
—¡SIMÓN LEWIS? ¿Dónde te escondiste?
Simón intentó mantener normal el ritmo de su respiración.
<<No hagas ningún ruido>> pensó.
<<Si consigo quedarme aquí hasta que falten solo diez minutos para la boda conseguiré sobrevivir>>
—¡SIMÓN! Por el ángel, maldito engendro. ¿DÓNDE ESTÁS?—Oyó el taconeo de los zapatos de Izzy por toda la habitación— SIMÓN, nuestro hijo se casa y nada aún es perfecto. ¡Maldición! Solo te pedí que colocaras el pastel.
—Eso hice—dijo el nephilim de forma automática delatando su posición.
Isabelle abrió rápidamente la puerta y corrió la cortina de baño.
En la bañera acostado se encontraba su marido.
—¡LA COLOCASTE EN LA MESA EQUIVOCADA!
Simón salió del baño rápidamente, no era una posición segura para hablar con su mujer... Al menos no enojada.
—Izzy, deberías relajarte. Saldrá todo hermoso, mi amor.
—Nuestro hijo se casa—Dijo la bella cazadora sentándose en el suelo como desplomada.
Llevaba un largo y brillante vestido con un corte en el muslo. Los años no habían afectado su belleza, al contrario, parecían haberla agraciado. Sus movimientos, cuando no perdía la cabeza, poseían mucha más gracia que los de su juventud. Era mucho más tranquila, carácter de su madurez e increíblemente seductora.
Simón se sentó a su lado y la rodeó con los brazos.
—Se que estás nerviosa y quieres que todo sea perfecto...
—Se casa Gideon—lo interrumpió ella con ojos vidriosos—. Nuestro pequeñito.
—¿Recuerdas cuando recibió su primera runa?—dijo con voz calmada el nephilim— Estabas increíblemente preocupada, estrujaste a Elizabeth en tus brazos como si fuese un chicle.
—Si—su esposa sonrió levemente.
—Y luego, Gideon lo hizo. Nuestro pequeño, siempre tan tímido, tan reservado, levantó su cabeza con extrema valentía. Se veía en sus ojos al ir caminando por su primera runa la dignidad de un cazador de sombras. No necesitaba tenerlas, él ya era uno. Lo era por su completa e increíble determinación para afrontar sus elecciones de vida. Siempre lo ha caracterizado, como aquel día que se plantó frente a nosotros y nos confirmó que amaba plenamente a Celine Herondale. Su prima, que realmente no era su prima—Simón soltó una corta risita.
—Si, es tan joven... Pero tan determinado.
—No debes temer por él, mi amor. Hiciste un excelente trabajo, ahora nuestro hijo vivirá su vida pero le brindaste herramientas para saber cómo debe hacerlo.
—Lo hicimos, lo logramos. Tenemos un buen chico, Simón—Isabelle dejó un pequeño beso en sus labios y se incorporó—Hoy a la noche...
El nephilim soltó una carcajada, y siguió a la, un poco menos alterada, mujer de su vida.

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora