Misión solitaria.

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La casa era antigua, oscura, inquietante. Solitaria, el silencio cobraba vida entre sus pasillos.
Al acabar la guerra, el mundo había vuelto a su extraña normalidad. Los demonios seguían existiendo, pero su número era mucho menor a los días de oscuridad en que, su abuelo y tío hubiesen levantado fuerzas oscuras. Jamás podría desarrollar su talento como Nephilim del modo en que sus padres, Jace y Clary lo habían conseguido ya que en sus días los enfrentamientos escapaban a áreas inimaginables. No solo la cantidad excesiva de sangre de ángel los había hecho grandes cazadores, eran los constantes desafíos. Sin embargo, Max se conformaba con ser un nephilim común como los otros, eso significaba que no morían tantos cazadores (en su profesión las pérdidas eran constantes, pero nunca volverían a ser tantas como en el pasado) y que las cosas se encontraban bajo control. Debía admitir que, como herencia Herondale Morgenstern poseía una fuerza angelical innata que lo hacía superior, pero eso no significaba nada si Elizabeth se encontraba lejos.
Celine, era la cazadora de sombras más talentosa que conocía. Su hermana explotaba su potencial rúnico como nadie, él solo podía destacarse junto a su parabatai.
En aquella casa fría, de un gran número de puertas y ventanas, buscaba una horda de demonios ocultos.
Elizabeth no lo había acompañado, estaba ocupada con su bebé.
La runa parabatai jamás sería suficiente consuelo para el amor que sentía por ella. Aunque estuviesen conectados por esta, la soledad que sentía no lograba disiparse.
Sacó su cuchillo Serafín e iluminó la oscuridad del cuarto en que se estaba adentrando.
Un crujido lo sobresaltó, pero se mantuvo estático. No había sido el reseco suelo de madera, parecía una tripa explotando.
Tomó su estela y trazó una runa silenciosa, luego se deslizó por el borde de la habitación.
Otro ruido. Iluminó rápidamente el suelo y las esquinas. Nada.
Ojalá Lizz estuviese con él. ¿Acaso no podía dejar de pensar en ella? Abrió la puerta que daba al cuarto continuo, entonces algo cayó sobre su rostro.
Se llevó la mano libre a la cara y se quitó con asco una mucosa violeta. Compenetrado por primera vez con lo que allí buscaba, levantó la mirada al techo y lo alumbró.
Como si de un nido se tratase, varios demonios se encontraban cubriéndolo en totalidad. Eran gelatinosos, sin embargo poseían una larga y maltrecha Columba vertebral. Los ojos cerrados, parecían estar esperando el momento preciso para saltar.
—Mierda— Soltó Max preocupado por su número. Debería haber buscado un compañero para la misión.
Una de las bolas demoniacas despertó al oírlo y con un chillido brutal, se arrojó hacia su rostro.
Max logró apuñalarlo rápidamente, y tomó una daga con su otra mano. Debía huir, pero ahora esas malditas bolas habían comenzado a caer del cielo y para su sorpresa lograban convertir su columna en una cola con que golpear.
Convirtió su cuerpo en un arma letal. Debía aprovechar cada movimiento, por eso sacudía el cuchillo Serafín desmembrando cuerpos mientras alejaba de sí con patadas a otros demonios.
La cola de uno lo había golpeado en la nuca y comenzaba a sentirse mareado.
Lo acabarían si no lograba salir rápido.
Respiró profundamente y pensó que podría saltar por encima de uno de esos monstruos asquerosos, pero entonces vio un hilo plateado que volaba a toda velocidad y se estrellaba contra el bicho que sostenía. Una flecha.
A lo lejos, Gideon entraba a medida que disparaba, golpeaba con el arco y daba puñetazos.
—Gracias—Soltó Max a su "primo"/hermano de su parabatai/esposo de su hermana Celine.
—¿Acaso querías suicidarte? —Inquirió el Nephilim mayor sin obtener una respuesta.
En tan solo cuestión de minutos habían acabado con la peste, entonces Max caminó hacía fuera y tomó asiento en las escalinatas de la casa.
La runa de invisibilidad los protegía de la mirada curiosa de mundanos, por eso tomó su estela y dibujo un iratze en su muñeca. El cuello le dolía.
—Max, ¿por qué no me pediste que te acompañara?
—Iba a ir con Lizz—Suspiró—Pero la bebé la necesitaba, a penas tiene tiempo ahora.
—¿Estas celoso de la bebé?—Preguntó Gid aguantando la risa.
—¡Por el ángel! Sabes que no, tan solo estoy enojado con el padre. Si él estuviese...
—Elizabeth tendría tiempo para ella. Lo sé, intenta abarcarlo todo y no puede sola. Es muy terca para ser tan joven.
—¡Ese infeliz!
—Está bien, yo también estoy enojado pero eso no explica que no buscases un compañero cuando Lizz se negó. Yo soy tu cuñado, puedes llamarme.
— ¿Mi cuñado? ¡Lizz y yo solo somos parabatai!
Gideon lo miró extrañado.
¡MIERDA! Pensó Max. Gideon era el esposo de su hermana, claro que era su cuñado. ¿Qué tontería había dicho?
—Era una broma—Dijo apresuradamente—. Somos cuñados porque estás casado con mi hermana, no porque yo esté con la tuya. Si yo estuviese con la tuya seriamos cuñados al cuadrado—sonrió nervioso y se maldijo internamente.
Gid se puso de pie y dió un golpecito a Max.
—Claro, cuñado. Entiendo cual es el problema ahora—suspiró— Celine y yo nos arriesgamos, Max. Creo que ya facilitamos gran parte del camino. Digo, está más claro ahora que los Lightwood- Herondale- Bane no son primos realmente. Nadie acá comparte sangre.
—No entiendo a que va eso—. Mintió Max.
—Como quieras—. Contestó Gideon tajante—Nos vemos—. Y lo dejo allí, solo con su corazón. Siempre en pedazos.

Re tarde actualizo, perdonen. Les cuento que este año termino el secundario, falta re poquito. ❤️ En vacaciones voy a hacer un par más de capítulos. Parece que nunca termina el fic.
Gracias por leer, comenten si tienen sugerencias, ganas de insultarme o simplemente les gusto. Besitos.

Foto de Gideon ahre

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Foto de Gideon ahre.

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora