Juegos nocturnos.

621 49 4
                                    

Esto sucede con los peques adolescentes.

Max Herondale.
Tomé la mano de Lizz entre las mías, era un gesto cotidiano. Ella a penas lo notaba, mientras que yo contenía el aliento.
—Vamos—me dijo con una amplia sonrisa—. Cuéntame algo que no sepa de ti.
Estábamos sentados junto a su cama, con dos almohadones naranja en el suelo. Esa noche había decidido quedarme a dormir, luego de un largo entrenamiento junto a la tía Isabelle.
Gideon, ya era lo suficientemente mayor como para estar de caza. Por lo tanto, estábamos solos.
—Lo sabes todo de mí, Lizz. Nos conocemos desde siempre—Contesté en un susurro innecesario.
Ella levanto la mano que sostenía y se recogió el largo cabello castaño en una cola. —Seguro hay algo—Sentenció.
¡Era tan difícil no contentarla cuando pedía algo! Con sus ojos determinantes que parecían exigirte revelar el alma.
Busqué desesperadamente algo en mi cabeza que nunca le hubiese dicho.
¿Qué la amaba? ¡No! ¡Claro que no podía decirle eso!
Hable antes de meditar bien lo que estaba revelando.
—Cuando pienso en mi madre siento olor a lavandina.
—¡¿QUÉ?!—Inquirió sosteniendo su estómago que se movía incontrolable por un espasmo de risas—. Definitivamente la tía Clary no huele a eso...
—Tengo una explicación—murmuré de forma atropellada— Cuando el tío Jace nos entrenaba...
—¿A rastrear olores? ¡Todo el tiempo decía: "un nephilim no es solo el poder de sus runas"!
—Si, bueno. Estábamos ensayando rastrear a mi madre, pero yo no conseguía captar el olor. Él tenía un trapo con lavandina para buscar desconcentrarme y mi cerebro acabo creyendo que ese era su olor.
—Ay—Exclamó Lizz, aunque parecía divertida.
—Luego se sintió muy mal, porque dijo que de pasarle algo a Clary había arruinado un factor en mi de ayuda. Ya sabes que siempre cree que va a sucederle algo.
—Aún tienes la runa de rastreo—Sonrió, probablemente al notar mi rostro contorsionándose— y a Sophie...
—¡Cuéntame algo que no sepa! Es tu turno—Dije con renovada energía. Estábamos tan cerca que creía notar su respiración en la mejilla.
—Oh, yo soy muy misteriosa—Claramente fingía. Podía serlo para otros, pero no para mí—. Bueno, sentí ganas de llorar luego de mi primera runa.
—Ya me lo contaste, Lizz.
—¿y sobre el monstruo de las galletas?
—También.
—En un entrenamiento corte a mi padre.
—Cualquiera corta al tío Simón, eso no es novedoso.
—Una vez me orine.
—¿Te orinaste?—Pregunté confundido.
—Cuando enfrentamos al primer demonio, yo...
—¿Tú?—Comencé a sonreír al notarla ruborizada.
—Pues, ¡yo quería ir al baño y justo apareció ese tonto demonio! ¡No aguantaba más! ¡Entonces luche contra él! Una vez que lo había acabado, quise correr...
–¿y te orinaste? ¿Cómo no lo notamos?
—Me fui rápidamente, seguro estabas pensando en tu madre y el olor a lavandina evitó que sintieras mi orín—Dijo, levantándose ofendida.
—Es algo normal, Lizz. No puedes ser perfecta. Bueno, en realidad lo eres y eso no afecta en nada que lo seas.
Elizabeth suavizó su rostro y volvió a mi lado.
—¿Podríamos decir que nos conocemos plenamente?
—Claro que si, Lizzy. Claro que si...

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Where stories live. Discover now