Preparados.

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—¿Ya estás, Magnus?—El nephilim caminaba de un lado a otro por el loft.  Había llamado varias veces a casa de Sophie, pero su pequeña hija (bueno, ahora ya no tan pequeña) no parecía interesada en contestar el teléfono.
—Espera, garbancito—Se oyó a Magnus desde el cuarto—. A ti te gusta tener un marido bello, debes darme tiempo para serlo.
—Siempre estas hermoso, cariño.
Ya no se ruborizaba, años al lado del gran brujo lo habían convertido en un hombre más diestro en cuestiones de amor.
Hoy era un gran día para aquella extraña y dulce familia.
Todos se encontraban revolucionados. En el instituto, Isabelle y Clary perdían poco a poco la cabeza.
Ese gran día, al fin contraerían matrimonio Gideon y Celine.
Sus sobrinos, porque ambos lo eran.
Gideon, el hijo de su hermana y Simón.
Celine, la hija de Jace y Clary.
Y ahí estaba él, envuelto en un traje demasiado elegante para sus tendencias y volviéndose loco con Magnus.
Finalmente el mago salió, llevaba un traje de seda con detalles con brillo en las mangas.
—Eres deslumbrante—Comentó el nephilim, perdonándolo por la tardanza con un pequeño beso.
—Lo soy, aunque creo que nuestra hija nos robara todas las miradas.
—¿Cómo tú sabes que usara Sophie y yo no?
—Tiene 24 años, no tiene obligación de contarle a su padre cómo va a vestirse.
—¿Y por qué te lo ha contado a ti?
—Fácil, yo no soy su padre.
—¡Magnus!
—¿Qué? Yo soy su papaíto.
—Son unos dementes, voy a ir solo a la boda.
—No, por el ángel—dijo el brujo utilizando la muy conocida expresión de los cazadores de sombras, mientras abría un portal con la gracia que lo caracterizaba—. Vamos todos juntos, Alexander. Los Bane-Lightwood vamos a robarnos las miradas de todos los invitados a esa boda. Solo espero que no tapes a nuestra sobrina, garbancito. Te ves deslumbrante este día.

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora