Algo hartos.

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Esta escena es anterior a los niños, la única que está embarazada es Izzy, que espera a Gideon. (Como ya saben, es el más grande de los niños).

La noche era fría, pero dentro del loft el hogar calentaba la sala.
Acostado sobre el regazo de su reciente marido, Alexander meditaba sobre su vida a esas alturas. ¿Podría existir algo mejor de lo que ya había conocido?
Magnus, con mucha menos sensibilidad, pensaba en las vacaciones que Jace y Clary habían tomado.
Le alegraba tanto verse libre de aquel fastidioso rubio que siempre interrumpía en los momentos menos indicados.
"Alec, misión", "Alec, te necesito", "Alec, ¿cómo cocino unos fideos?", "Alexander, he visto un pato ¿puedes venir a ahuyentarlo?".
O entrando sin golpear en la pieza...
El brujo sacudió la cabeza, como alejando la ira que le provocaba, y acaricio los brazos del nephilim con la punta de los dedos.
—Garbancito—Dijo en un susurro medio ronroneo.
Alexander levantó la mirada y se encontró con unos ojos de gato que lo observaban encendidos.
Se incorporó despacio.
—¿Necesitas algo, Magnus? —Preguntó inocentemente.
—¿Tienes algo que ofrecer?
El cazador sonrío de lado y le tomó el rostro con ambas manos para depositar con delicadeza un pequeño beso en sus labios.
Magnus rodó los ojos.
—Sabes que amo tus besos, y también que me refiero a otra cosa...
—¿Quieres un café?—Inquirió Alex, ahora jugando.
El brujo, que en sus largos años había perdido la paciencia y tendía a andar sin rodeos, tomó a su esposo de la camiseta.
Esa agujereada y gris camiseta. ¿Por qué no conseguía que se vistiese de forma decente?
Alec, dejándose llevar por los brazos que lo arrastraban acabó encima del moreno. Como su resistencia tampoco era excesiva, no demoró un segundo en entregarse a un profundo beso. Beso intranquilo, beso nervioso, beso de deseo, beso lleno de ardor.
Con un rápido tirón, Magnus lo libró de la camiseta.
"Qué tonto, debería haberla roto", pensó.
Los ágiles dedos del brujo acariciaron el abdomen marcado por horas de entrenamiento y combate.
Alexander le desabotonó el pantalón con un ágil movimiento, sin alejarse de sus labios ni un segundo.
—Garbancito—susurró Magnus, mientras Alec introducía su mano en el bóxer dorado.
—Magnus—contestó el Nephilim.
¿Había sido eso un tono alarmado? Pensó el mencionado.
¿Tendría algo extraño en su pene?
Miró hacia abajo. Él no veía nada extraño.
—¿Qué sucede, Alec?—Preguntó, casi creyendo que se había vuelto loco.
Alex se puso de pie rápidamente. Incluso a través del pantalón se notaba su erección.
—He oído la puerta del loft—Mientras hablaba, tomó uno de sus cuchillos Serafín y se posicionó junto a la puerta de la habitación.
—¿Haz perdido la cordura?
—Shhh.
Y cuando Magnus se disponía a levantarse, la puerta se abrió de golpe.
Alexander alzó el cuchillo y...
—¡Alto! ¿Así recibes a tu cuñado?
—¡¿Shelley?!—dijo el brujo.
—Soy Simón, ¿puedes dejar de llamarme así?
—¿Qué haces aquí, Shelley?
—Volqué algo de salsa en un vestido de Isabelle y ella me corrió de la casa.
Alexander, que se había mantenido con la boca abierta a un lado, por fin exclamó:
—¡¿ES QUÉ NADIE EN ESTA FAMILIA SABE TOCAR LA PUERTA?!

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Where stories live. Discover now