¿A donde vas?

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Bueno, estoy pasando unas semanas "agitadas" y problemáticas, por eso no subí ningún capítulo. Pero como me dan amor, lo voy a retribuir.

La lluvia se deslizaba con elegancia por sus pantalones negros, e insistía en tambalearse en la superficie de sus botas.
No se detuvo a esperar que parase, porque su voluntad de hierro no tenía tiempo para perder en pequeñeces.
El rastro se perdía, y la runa en su antebrazo ya no brillaba con la misma intensidad.
Oh, Elizabeth.  ¿A dónde vas?
Si le hubiesen preguntado a sus nueve años, como se veía a los veinte jamás habría contestado que persiguiendo a su hermana pequeña.
Es la adolescencia, se decía. Porque él se había convertido en un adulto, y ya no comprendía sus aventuras nocturnas. No podía entenderlas, la clave le había exigido ser el hombre responsable que en la fachada de su porte aparentaba ser. 
Y a pesar de eso, no procedía como debía hacerlo.
Seguía a su hermana en la noche, a escondidas, porque jamás la denunciaría en el instituto. Jamás hablaría a alguien de las travesuras de Lizz, porque si ella tenía problemas él solo podía resolverlos. No le causaría más inconvenientes de los que ocasionase esta con su valentía energética. 
¿Por qué no le ha pedido a Sophie que la acompañe? ¿Y a Max?
Elizabeth zapateaba, se detenía, saltaba en los charcos. Su vestido color uva se movía de lado a lado mojado, su chaqueta de cuero negro era su mínimo abrigo. Caminaba con paso firme, como siempre. Dueña del lugar, de la vida, del mundo entero.
Lizbeth empujó una puerta. Era un antro de submundos.
Espero unos minutos fuera, hasta que estuvo seguro que su hermana ya habría avanzado entre la gente, y entonces entró con la runa de silencio latiendo en su brazo. 
Brujos, lobos, vampiros, hadas.
Un vampiro le sonrió.
"¿Qué haces aquí Nephilim? No se te permite la entrada".
—Mi hermana—dijo, con la voz amenazante que Alec le había enseñado a usar. Aquella con la que había buscado a Isabelle cuando eran jóvenes, y la que ahora Gideon Lightwood debía utilizar.  Esa que encubría que simplemente eran hombres dulces de corazón sensible. 
El vampiro lo miro, de arriba a abajo. Si bien la relación de la clave con los subterráneos nunca había sido tan estrecha, había costumbres imposibles de soltar. El desprecio a su sangre de Ángel era una de esas.
"Ella puede estar aquí, pero tú no. Búscala rápido y vete". 
No contesto, porque era un Nephilim duro, o eso debía demostrar. Lo empujo levemente al pasar, con la vista al frente, insensible.
Los submundos bailaban, tomaban y repartían caricias de una manera que consideraba indecorosa.
No encontró allí a Elizabeth, por lo que siguió hacia el pasillo de las cortinas.
Maldición, ya vería cuando la encontrara. Esta vez le contaría a sus padres. Quizás Isabelle no se enojase tanto, pero Simón sí que lo haría.
Su padre, que sabia los riesgos que se corría en aquellos lugares. Una Nephilim que ¡Ni siquiera había acabado su entrenamiento!
Movido por una ira que más bien era preocupación desesperada aflorando, comenzó a abrir de un tirón las cortinas. Una a una.
"Idiota", "Un Nephilim ¡esconde eso!", "No puedes estar aquí", fueron alguno de los comentarios que oyó. 
Entonces corrió la penúltima cortina, y se encontró con Elizabeth.
En el preciso instante que la vio deseo no haber seguido a su hermana nunca. Deseo desaparecer de allí. Deseo no llamarse Gideon Lightwood, que su hermana no fuese quien estaba allí, que todo fuese un mal sueño y que de alguna extraña manera todo aquello no hubiese sucedido. Porque se encontró con Elizabeth de rodillas, entre las piernas de un hombre lobo.

Después de nosotros (Malec, Sissy, Clace).Where stories live. Discover now