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Esto es una nota para las personas que leen esta historia en 2018. Quiero decirles que esta historia la escribí cuando iba en secundaria, por lo cual necesita muchos muchos cambios. Sólo espero que disfruten lo que hay, saludos.  

Jane.

Dos días después de lo que pasó, mis padres habían decidido que era hora de irnos lo más lejos posible —aunque sólo nos estábamos alejando unos cuantos kilómetros de la casa—. Nos mudaríamos.

Solía verle el lado positivo a las cosas, siempre trataba de hacerlo, pero ahora me resulta difícil encontrar motivos para seguir tratando.

No fue difícil encontrar una residencia a nuestro alcance, porque en un par de días más ya estaríamos en el auto rumbo a la nueva casa.

Las cosas en la familia ya estaban difíciles mucho antes de lo ocurrido, pero definitivamente aquello fue la gota que derramó el vaso. No me dio tiempo de despedirme de mis amigos, sólo tomamos nuestras cosas, nos subimos al auto y desaparecimos del vecindario. Supongo que mis padres estaban cansados de las miradas de compasión y de recibir el pésame de cada persona que se topaban en la calle, porque yo también había comenzado a cansarme.

Así que aquí estoy, en el asiento trasero del auto, mirando las gotas de lluvia que recorren el cristal de la ventana mientras escapamos del pasado con la esperanza de hallar un futuro mejor.

—Llegamos —dice mi padre.

Estaciona el auto frente a una pequeña casa color amarillo. Está en mal estado. Quizá esa pintura carcomida que decora lúgubremente las paredes algún día se vio brillante y vivaz.

Bajo del auto y le doy la vuelta para sacar a Jordan del vehículo, ya que se ha quedado dormido. Abro la cerca de madera corroída que rodea la casa y entro con mi hermano en brazos. Al estar dentro advierto que la casa está completamente vacía; a excepción de una oxidada estufa, un sucio refrigerador vacío y un radiador viejo.

—La mudanza llegará mañana —dice mi madre notando mi rostro de desaprobación.

¿Cómo es que llegaría hasta mañana? No había más de diez kilómetros de distancia entre el otro vecindario y este. En este momento mi hermano despierta, se frota los ojos y se sacude entre mis brazos para que lo suelte

Tengo sed —dice con señas.

Voy a la cocina a servirle agua en una botella de plástico vacía, pero cuando abro la llave del fregadero, nada sale.

—Qué linda casa —digo sarcásticamente para luego soltar un bufido.

Espérame aquí —contesto moviendo las manos.

Salgo corriendo de la casa y entro de nuevo al auto, tenía una botella de agua llena ahí. Mis padres aún estan bajando las maletas del auto.

—Toma —Le entrego la botella.

—Gracias —dice, y salgo a ayudar a mis padres a desempacar.

Había tenido que aprender el lenguaje de señas porque Jordan nació con un problema auditivo, así que él no escucha nada. Él es un pequeño muy inteligente, pues a sus seis años de edad ya sabe muy bien "hablar" con señas.

Cuando terminamos de sacar todo del auto, mi madre hace unas verduras asadas en la vieja estufa.

Bien, la situación no ha cambiado mucho a como estábamos antes; estamos cenando, en silencio y el único ruido que se escucha en toda la casa es el de los cubiertos chocando contra los platos. Nada novedoso excepto el lugar.

Llega la hora de dormir, mis padres han colocado varias cobijas sobre el suelo para que Jordan se acueste. Doy las buenas noches, voy a lo que se suponía que sería mi habitación y hago lo mismo.

Estoy molesta, triste e incómoda en este lugar. Dormir en el suelo es temporal, pero no creo que pueda llegar a sentir esa casa como mi hogar aunque pasaran mil años.

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Lo prometiste © #PGP2020Where stories live. Discover now